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El doctor Valentí Fuster (Barcelona, 1943) es uno de los cardiólogos e investigadores españoles más reconocidos del mundo. Gracias a su labor se ha mejorado de manera significativa el tratamiento de pacientes con enfermedades cardíacas. Además, su compromiso social lo ha llevado a implicarse en el área de la prevención con el objetivo de mejorar la salud integral de la población, especialmente la de los jóvenes. En la actualidad compagina sus funciones como director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC), presidente del Mount Sinai Fuster Heart Hospital y director médico del Mount Sinai Hospital de Nueva York.
En esta entrevista, el doctor Fuster repasa algunos de los proyectos de prevención más destacados que ha desarrollado junto con la Fundación Pro CNIC y la Fundación SHE. En estas dos entidades, la Fundación ”la Caixa” participa activamente apoyando la labor educacional de Fuster para prevenir la enfermedad y promocionar la salud. «Son la clave para reducir la prevalencia de la enfermedad cardiovascular en el mundo», según el reputado cardiólogo.
Me di cuenta de que sabía más del corazón y de las enfermedades cardíacas que de la salud. Además, en el pasado, las unidades intensivas, los desfibriladores y la cirugía han ayudado mucho a bajar la mortalidad. Sin embargo, hace unos 10 años vimos que la mortalidad por cardiopatías comenzaba a aumentar de nuevo. Por ese motivo decidimos cambiar nuestro objetivo de investigación utilizando tecnologías muy sofisticadas para entender qué es la salud y poder así prevenir la enfermedad. Enfocamos la investigación a tres edades distintas, del nacimiento a los 20 años, de los 20 a los 60 y de los 60 a los 100 años, porque la prevención es completamente distinta en estas tres franjas de edad.
La enfermedad cardíaca -es decir, la enfermedad de las arterias que nutren el corazón- es la causa de mortalidad número uno en el mundo y aparece, aproximadamente, entre los 40 y los 70 años. En cuanto al cerebro, el problema más importante es la degeneración senil y la enfermedad de Alzheimer, que tienden a aparecer algo más tarde. Es fundamental saber que los mismos factores de riesgo que dan lugar a las cardiopatías también afectan al cerebro. Por ello, al prevenir la enfermedad cardíaca también prevenimos la cognitiva.
Los factores de riesgo que dan lugar a una enfermedad cardíaca son ocho. Dos son físicos: la obesidad y la presión arterial alta. Dos son químicos: el colesterol elevado y la diabetes. Se suman el tabaquismo, la falta de ejercicio, una dieta inadecuada y por último el sueño inadecuado. Estos factores de riesgo también afectan a otros órganos porque todos están irrigados por arterias.
Nosotros hemos investigado mucho la prevención individual, principalmente en niños y niñas menores de 10 años. Pero también hemos hecho investigación en adultos con estudios colectivos, lo que llamamos terapia de grupo. Es decir, grupos de 10 individuos con diferentes características que se ayudan unos a otros. Y en el caso de los niños hemos utilizado a la familia (padres, hijos, nietos) como núcleo para la prevención. Al final, lo que constatamos es que la prevención en los ámbitos familiar, cultural y social tiene mucho más impacto y beneficio que una estrategia individual. Tenemos que crear una cultura de la salud que empiece con la familia o en los lugares de trabajo.
Nosotros hemos utilizado dos programas distintos, ambos con materiales muy visuales inspirados en los Muppets de Barrio Sésamo para involucrar al núcleo familiar. Funcionan muy bien y los niños captan los conceptos. En el primero interviene toda la familia y se les estudia durante un año. Actualmente se ha implementado en tres o cuatro corporaciones, la Fundación ”la Caixa” incluida. El segundo empieza en la sala de espera de una clínica y se les presentan a los participantes unos materiales visuales a los que, durante un mes, pueden acceder desde su casa. Este ya ha alcanzado a más de 1 millón de personas en varios países de Latinoamérica.
Nunca es tarde para comenzar, pero hay diferencia si se empieza a edades tempranas o a los 50 o 60. Esto está muy estudiado. Por ejemplo, un enfermo hipertenso con una presión arterial alta que se empieza a cuidar a los 30 o 40 años obtendrá un beneficio muy superior que si comienza a tratar la enfermedad hipertensiva a los 70 u 80.
Yo creo que la calidad de vida es urgente para todos. Para tener calidad de vida se ha de prevenir la enfermedad. Hay quien puede pensar que, si prevenimos la enfermedad, la gente morirá más tarde y que, por tanto, económicamente no habrá diferencia. Pero si se alarga la salud, la mortalidad será una pirámide muy corta de tiempo, al contrario que ahora. Si uno piensa que la calidad de vida es importante y que la salud es fundamental para la economía de un país, entonces no hay ninguna duda de que estamos ante una urgencia.
Ahora mismo, la sociedad de consumo está venciendo a la prevención de la enfermedad. La obesidad y la diabetes están aumentando y, por tanto, la mortalidad también. Entonces, ¿cómo podemos vencer a la sociedad de consumo? Hay que crear una cultura de la salud y de la calidad de vida. Es decir, si todos pensamos que cuidarse y tener una buena calidad de vida a los 70, 80 o 90 años es importante, podremos vencer en esa lucha. Y la economía también saldrá beneficiada. Siempre pongo un ejemplo muy fácil con los semáforos: si no hubiera semáforos, habría un caos enorme. Los semáforos nos ayudan a circular para que todo funcione. Con la salud ocurre lo mismo. La prevención son los semáforos. Yo tengo esperanza en este tema porque el pensamiento social está cambiando.
No hay duda de que el estrés afecta a todos los ámbitos y, sobre todo, al cardiovascular. Sin embargo, el estrés también es algo personal. Estamos en un mundo consumista y cien por cien competitivo, pero cada uno ha de pensar qué quiere en la vida. Muchas veces, la competitividad viene porque quieres tener una situación más ventajosa económicamente. Pero una vida mucho más primitiva y con menos estrés también puede compensarte. Hay siete zonas en el mundo, las llamadas blue zones, donde la gente vive en comunidad, come mejor y tiene menos estrés. Así que es fundamental parar y pensar: «¿Qué es lo que quiero? ¿Y cómo puedo sobrevivir?».