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17.10.25
7 minutos de lecturaRaquel García es una mujer sevillana que demuestra que la constancia y el apoyo sostenido pueden romper el círculo de la exclusión social. Ella participa en el programa CaixaProinfancia, que acompaña a familias vulnerables con hijos e hijas menores de edad, a través de la Asociación de Mujeres Santiago el Mayor de Utrera, en la que muchas personas como ella encuentran un refugio y una oportunidad real para mejorar su futuro y el de su familia.
Raquel habla con naturalidad y sentido del humor, pese a que la suya es una historia de esfuerzo y determinación para salir adelante. Nacida en Málaga, llegó a la localidad sevillana de Utrera hace 23 años con su hijo David, que entonces tenía 3: «Me vine sin trabajo, sin conocer a nadie. Tuve que empezar de cero», recuerda esta mujer de 45 años que hoy es madre de 5 hijos.
Ante las dificultades económicas, Raquel no dudó en buscar apoyo externo. Tras enterarse en la escuela de la posibilidad de ayudas para su hijo, contactó con la Asociación de Mujeres Santiago el Mayor, a través de la cual accedió al programa CaixaProinfancia de la Fundación ”la Caixa”, que trabaja para mejorar la vida de niños, niñas y adolescentes en contextos desfavorecidos.
El primer contacto con el programa fue en 2007, cuando David asistió a un campamento de verano. «Fue un cambio drástico en mi vida. Para mi hijo fue una oportunidad de ocio diferente y a partir de ahí empezamos con clases de refuerzo educativo. Nos abrió un mundo nuevo».
Desde aquel verano, la relación de Raquel con la asociación se ha mantenido constante. Ella y sus hijos han pasado por distintos servicios de CaixaProinfancia: refuerzo educativo, atención psicológica y talleres familiares, entre otros.
Algunas necesidades surgieron sobre la marcha, como la logopedia para sus hijas. «Las gemelas han podido ir al logopeda durante seis años. Eso cuesta mucho dinero y aquí lo recibieron sin que nos costara nada», valora Raquel, consciente del coste que habría supuesto acceder a estos servicios por vías privadas.
La Asociación de Mujeres Santiago el Mayor se fundó en febrero de 2001. «Vimos que las colas para pedir ayuda eran interminables», recuerda Inma Aguilar, directora de la entidad. «Por eso decidimos actuar contra la espiral de la pobreza a través de la formación y el empleo».
Comenzaron con talleres de costura y formación agraria para mujeres, pero pronto se dieron cuenta de que trabajar con la familia al completo, especialmente con los menores, multiplicaba las posibilidades de cambio.
Para Aguilar, lo esencial es que crean que el cambio es posible: «Si conseguimos que las familias vean que pueden salir adelante, que a través de la formación hay futuro, podrán avanzar en el plano económico y social».
La colaboración con CaixaProinfancia desde 2007 supuso un punto de inflexión. «Vimos que lo que hacíamos encajaba perfectamente con el programa. Congeniábamos de una manera grandiosa», recuerda la directora.
Hoy, CaixaProinfancia está presente en 134 municipios de toda España a través de más de 400 entidades sociales colaboradoras. Su objetivo es romper la transmisión intergeneracional de la pobreza ofreciendo apoyo integral a familias con menores de 0 a 18 años en riesgo de exclusión social. En Utrera, la asociación ofrece prácticamente todos los servicios de la iniciativa: refuerzo educativo, talleres educativos familiares, logopedia, atención terapéutica, actividades de ocio y tiempo libre, campamentos y colonias urbanas.
Estos apoyos se brindan de forma progresiva, conversando con las familias y estableciendo planes de trabajo. «Algunas vienen porque tienen una necesidad muy concreta, pero cuando pasas tiempo con ellas te das cuenta de otras», explica Aguilar. «A veces, en los momentos de ocio, un niño te puede contar que en casa llevan dos días con velas porque no tienen luz. Es algo que quizás sus padres no explicarían».
«Implicar a toda la familia en el cambio es lo esencial», explica la directora de la Asociación. «Si ellos son agentes pasivos, realmente no cambia nada. Se tienen que involucrar, esto no es una ludoteca donde dejas al niño y te vas. Raquel es un ejemplo de ello, siempre está dispuesta a colaborar».
Raquel ha participado en talleres terapéuticos grupales que, según la directora, «son los que realmente le dan el subidón». Esos espacios abordan temas como el empoderamiento, la autoestima o la comunicación familiar. «Trabajamos con familias que nunca se habían sentado a hablar y planificar juntas», comenta Aguilar.
Los talleres educativos familiares, donde madres e hijos participan conjuntamente, también han sido claves para Raquel. «Cada grupo trabaja una misma temática por separado y luego se reúnen», explica la directora. Además del contenido, estos espacios sirven para crear vínculos entre los participantes. «Se crea un sentido de pertenencia a un grupo que se apoya. Las personas se llaman, se acompañan, quedan para tomar un café. Muchas de ellas no tienen otra red de apoyo a la que acudir cuando lo necesitan».
A veces, las barreras para beneficiarse de servicios de este tipo no son burocráticas, sino que tienen que ver con momentos vitales. Fue el caso de Nayara, una de las hijas mayores de Raquel, que en su adolescencia se resistía a participar.
«Era una edad muy mala, no quería estudiar ni hacer nada», recuerda su madre. «La apunté a refuerzo educativo porque lo necesitaba, pero no quería ir». Su estrategia fue contundente: «Le dije que se viniera conmigo a trabajar, para que supiese lo que es la vida, y claro, no le gustó. Entonces decidió seguir en el programa».
El cambio fue palpable. «Nos costó muchísimo que viniera», recuerda Aguilar. «Siempre decía que no necesitaba el refuerzo. Pero cuando se comprometió, todo mejoró. Ahora es una joven muy madura».
Hoy, Nayara estudia un grado en Farmacia y ha solicitado refuerzo de inglés dentro del mismo programa. Para Aguilar, es una prueba de algo fundamental: «Cuando hay expectativas, hay ilusión por salir adelante. Cuando hay formación, se abre otro mundo».
La Fundación ”la Caixa” se suma al Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza con el compromiso de ofrecer oportunidades a quienes más lo necesitan. A través de sus programas, impulsa iniciativas sociales y educativas para romper el círculo de la pobreza, la exclusión y la desigualdad, y avanzar hacia una sociedad más justa e inclusiva.
La historia de Raquel y su familia refleja que el apoyo adecuado y sostenido en el tiempo puede transformar expectativas y abrir nuevas oportunidades. «A mí me llaman “la antigua”», bromea Raquel, «porque mi hijo de 27 años fue de los primeros en entrar en el programa». Su vínculo con la asociación es tan fuerte que la considera su «segunda familia». «Cuando he necesitado algo siempre he ido a buscarlos. No hay palabras para expresar lo que hacen».
Aunque actualmente no puede trabajar y la situación económica es complicada, Raquel se mantiene optimista. «Mis dos hijos mayores no terminaron los estudios, pero están trabajando. Nayara sigue estudiando y espero que las pequeñas también lo hagan. Desde que están en refuerzo se nota muchísimo la diferencia».
El mensaje de Raquel para otras familias que se encuentren en una situación similar es claro: «Que valoren el esfuerzo de las entidades y la ayuda que ofrecen. Las cosas están difíciles, así que ese apoyo es imprescindible. Es una oportunidad para la familia». Y acaba la conversación con una frase que lo resume todo: «Ponedlo en letras mayúsculas y bien grande: todo lo que hacen para ayudarnos es vital para que nuestros hijos e hijas tengan un futuro mejor».