Estás leyendo:
Víctima de violencia de género, cuando tenía 30 años Ana se encontró viviendo en la chabola de un parque. Consiguió salir adelante, pero una nueva pareja volvió a maltratarla; tuvo que dejar a su hija con los servicios sociales y terminó de nuevo sin un hogar. Gracias a La Morada Housing First, un programa de la asociación AIRES en colaboración con la Fundación ”la Caixa”, logró volver a tener un techo, recuperó la custodia de su hija y empezó a formarse en su pasión: el maquillaje.
Cuando entran en casa de Ana, las dos trabajadoras de la fundación AIRES la saludan como viejas amigas. «¡Pero qué guapa! ¿Y esas trenzas?». «Me las ha hecho una compi del curso». «Ay, pues ya me enseñarás». «¡Claro! En cuanto termine el curso, te hago lo que quieras». Tras el intercambio de bromas y saludos hablan del «Plan de acción», el documento que elaboran cada seis meses y en el que se marcan objetivos en relación con su salud, el trabajo y su vida socioafectiva. Pero sobre todo, se preocupan por cómo se encuentra anímicamente. Y Ana les cuenta que está muy contenta con sus clases del curso de caracterización y maquillaje para cine y televisión, y que aparte de las cosas de la adolescencia, su hija la hace muy feliz. «Ha suspendido dos, pero puede pasar de curso. Dice que no le entran las ecuaciones, que no entiende eso de mezclar letras y números». Ríen.
Hoy Ana se ríe mucho, pero su vida no ha sido nada fácil. Cuando llegó a La Morada Housing First tuvo que alojarse en una sala de emergencia del SAMUR SOCIAL y, a pesar de no contar con un espacio de vivienda digno de ese nombre, consiguió un empleo y —cosa nada sencilla en esas circunstancias— lo mantuvo. Cuando hablan de la fortaleza que requiere una hazaña como esta, sus referentes en La Morada no se extrañan: a medida que fueron conociendo su terrible historia, creció su admiración hacia esta mujer. A pesar de vivir las circunstancias más adversas, ha encontrado la manera de reponerse: incluso en los momentos más difíciles fue capaz de mantener siempre el contacto con su hija, para la que nunca dejó de ser un referente y un ejemplo de lucha y valentía.
Su vida en la calle empezó a los 30 años. A las vivencias traumáticas que llevaba a sus espaldas —su primer marido la maltrataba y tuvo que dejar a su hijo con sus padres―, sumó lo que ella llama «el calvario de la calle». Sobrevivió en una pequeña chabola en un parque de Madrid, sorteando los muchos peligros que acechan en la calle, sobre todo a las mujeres: robos, agresiones, violaciones... Años más tarde, logró salir de la calle y empezar una nueva vida al lado del padre de su hija, pero lo que parecía un giro positivo acabó convirtiéndose en mala vida. Ana volvió a conocer el maltrato en su hogar y, obligada a dejar a su hija con los servicios sociales, regresó a la calle, esta vez sufriendo un tortuoso proceso judicial como víctima de violencia de género. Y no obstante, no se ha dejado vencer, sino que se ha sobrepuesto a todas las adversidades.
En ese momento fue cuando encontró el impulso de la asociación AIRES, una entidad que trabaja por la inclusión social —residencial, relacional, económica— y que convierte la vivienda en un elemento prioritario del proceso. De ahí que uno de sus proyectos destacados sea La Morada Housing First, un programa que, gracias a la Fundación ”la Caixa”, facilita el acceso a una vivienda a mujeres sin hogar supervivientes de distintas violencias, como primer paso para su integración comunitaria, a través del acompañamiento y el reconocimiento de la importancia del trabajo para mantener un proyecto vital. «A través de la asociación conseguí un piso donde vivir», dice Ana. Y las trabajadoras de AIRES añaden que consiguió mucho más: «Consiguió rehacer su vida y construirse a sí misma». Una vez instalada en este chalet, empezó a trabajar para recuperar su vida. No concebía su vida sin la compañía de su hija y consiguió obtener su custodia. Pero no se contentó con eso: se rehízo y se dio la oportunidad de volver a empezar. Según ella, han sido indispensables «la confianza, el apoyo y el amor de “las chicas”» para creer en sí misma.
Las psicólogas de AIRES señalan el proceso de transformación casi heroico que ha llevado a cabo Ana. «Además, ahora estudia lo que siempre la ha apasionado y para lo que tiene talento: el maquillaje y la caracterización. Ana es un ejemplo de supervivencia y de resiliencia como pocos. Y lo más importante es que lo mejor en su vida está por llegar».
La historia de Ana forma parte del proyecto documental Vidas contadas, 14 historias de superación donde se da voz a personas en riesgo de exclusión que comparten sus aprendizajes con el fin de sensibilizar a la ciudadanía.