Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, «La visión de san Huberto», 1617-20. Óleo sobre tabla.
Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, La visión de san Huberto, 1617-20. Óleo sobre tabla.© Museo Nacional del Prado. Archivo Fotográfico

Rubens y los artistas del Barroco flamenco, en nueve ámbitos temáticos

Barcelona

28.05.25

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La exposición  Rubens y los artistas del Barroco flamenco, que se puede visitar hasta el 21 de septiembre en CaixaForum Barcelona,  refleja la fuerza creadora del máximo exponente del Barroco flamenco en diálogo con otros artistas de su época. 

Lo hace a través de una introducción y nueve ámbitos temáticos, no cronológicos:

  1. La creación arrebatada
  2. Pasiones divinas
  3. Imagen y Contrarreforma
  4. Mecenazgo y coleccionismo
  5. Arte y poder
  6. La nobleza de la pintura
  7. Rostros y personalidades
  8. Dentro y fuera
  9. Naturaleza viva y naturaleza muerta

Introducción

Pedro Pablo Rubens (1577-1640) fue admirado como uno de los más potentes creadores artísticos de la historia ya en su momento, y sigue siéndolo hoy en día. Sus arrebatadas composiciones plenas de un dinamismo casi violento y de una expresividad fuertemente sensual, que en muchos casos suponen un claro epítome de la estética del Barroco, fueron poseídas y requeridas por innumerables aficionados, nobles, prelados e incluso monarcas europeos. Su inmensa producción y su arrolladora personalidad sirvieron de acicate para la renovación de la creación artística en el Flandes del siglo xvii. No fueron pocos los artistas locales que, animados por su espíritu, pero también por su éxito, siguieron la estela creativa de Rubens o desarrollaron personalidades paralelas. De esta forma, el Barroco flamenco constituye uno de los momentos más sugerentes y visualmente más atractivos de la cultura occidental.

La exposición evidencia estas premisas a través de las colecciones del Prado. Se exhiben no solo algunos de los más espectaculares cuadros de este artista y de otros relevantes pintores como Anton van Dyck, Jacob Jordaens, Jan Brueghel o David Teniers, entre otros que cuelgan habitualmente de las paredes del museo, sino también un amplio conjunto de grabados, dibujos, marfiles, objetos de plata y libros procedentes de sus fondos menos conocidos, que completan la visión de la excelencia alcanzada por la creatividad flamenca del Barroco. Son obras que ilustran la intensa carga intelectual y estética que marcó la producción de Rubens y de sus coetáneos flamencos y que hoy, cuatrocientos años después, siguen siguen despertando atracción y fascinación tanto por la espectacularidad de su arte como por la sutileza de las ideas que transmiten. 

La Creación arrebatada 

Rubens fue un artista polifacético en extremo. Pintor, erudito, cortesano, diplomático y coleccionista, su cosmopolitismo y su amplia cultura, unidos a su actitud transcendental y vibrante ante la vida y el arte, resultan absolutamente inusuales en un artista de los Países Bajos en ese momento.

Lo espectacular de sus composiciones pictóricas fue el reflejo de una exaltada pulsión creativa que le llevó a estudiar y copiar obras de artistas anteriores, tanto de la Antigüedad como del Renacimiento y de la tradición local flamenca; obras que en ocasiones modificaba, como si pretendiera perfeccionarlas, y que supusieron la llegada al norte de imágenes paradigmáticas de un pasado artístico grandioso. Además, como gran amante de la cultura clásica, el artista incorporaba a sus pinturas esas piezas escultóricas del pasado.

Rubens fue un fabuloso dibujante, diseñó tapices, obras de arquitectura, portadas de libros y decoraciones efímeras para ceremonias públicas, siempre con un espíritu erudito y una gran capacidad imaginativa y plástica. La pasión que sentía por la creación le llevó a coleccionar todo tipo de piezas, desde cuadros y esculturas hasta libros y objetos suntuarios, que atesoró en una espectacular casa-taller en Amberes. 

Pasiones divinas

Rubens fue un apasionado conocedor de la cultura clásica. La lectura de los textos de Ovidio y otros poetas antiguos determinó su formación intelectual. Sus exaltadas representaciones de los mitos antiguos, plagadas de violencia y movimiento, pero también de sensualidad y recreación estética, marcaron gran parte de su producción pictórica. El mensaje subyacente en las historias de los dioses y héroes mitológicos fue perfectamente entendido y recibido por sus coetáneos. Las pasiones expresadas por esos personajes divinos eran equivalentes a las humanas, y como tales servían de admonición y modelo para ilustrar los defectos y virtudes de las personas. Por ello sus obras fueron atesoradas por reyes y poderosos de toda Europa; entre ellos Felipe IV, que gustó de colgarlas en sus palacios. La Torre de la Parada, en los montes del Pardo, fue decorada con más de sesenta pinturas que ilustraban las pasiones de los dioses, diseñadas por Rubens en su taller de Amberes.

A la sombra del artista, y en no pocas ocasiones por trabajar junto a él en proyectos concretos, muchos otros pintores se hicieron eco de ese interés por las historias de los dioses. Con sus mismos postulados estéticos e idéntica voluntad de recuperar la Antigüedad, crearon piezas de exquisita factura, en diferentes materiales, que en ocasiones llegaron a ser coleccionadas por el propio Rubens.

Imagen y Contrarreforma

Pedro Pablo Rubens, «La Inmaculada Concepción», 1628-29. Óleo sobre lienzo.
Pedro Pablo Rubens, La Inmaculada Concepción, 1628-29. Óleo sobre lienzo.© Museo Nacional del Prado. Archivo Fotográfico

Como consecuencia de las guerras de religión de la segunda mitad del siglo xvi, buena parte del patrimonio religioso de los Países Bajos fue destruido por los iconoclastas protestantes, y los interiores de muchas iglesias quedaron vacíos. Esta circunstancia, unida al nuevo impulso propagandístico de la Contrarreforma católica, supuso una oportunidad única para Rubens y la nueva generación de artistas flamencos. La fuerza creativa de Rubens se puso al servicio de los nuevos ideales religiosos, con imágenes cargadas de tensión, emoción, violencia y fe, a través de enormes cuadros de altar para iglesias y catedrales o de pequeñas pinturas para oratorios particulares.

Esas barrocas composiciones rubensianas, repletas de escorzos, movimiento y tensión dramática, tienen un contrapunto en las delicadas e incluso sensuales escenas religiosas que Van Dyck realizó en la parte central de su carrera. Se trata de nuevas imágenes religiosas que tuvieron una muy fuerte influencia en el resto de Europa a través de estampas que las reprodujeron y difundieron, gracias, entre otros grabadores, a Paulus Pontius. Por su parte, un artista como Jordaens, que acabaría su vida abrazando la fe protestante, realizó personalísimas imágenes llenas de patetismo y expresividad plástica, mientras que otros como Quellinus, que colaboró con Rubens en no pocas ocasiones, exploraron además imágenes más clasicistas. 

Mecenazgo y coleccionismo

La riquísima producción artística del Barroco flamenco disfrutó del amplio impulso proporcionado por una serie de amantes del arte que ampararon a los artistas y gustaron de atesorar sus creaciones.

Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de los Países Bajos, supo ver el potencial del arte flamenco para proclamar la prosperidad de los territorios bajo su mando. Los pinceles de Rubens se sumaron a la causa isabelina junto a los de otro protegido suyo, Jan Brueghel el Viejo, especializado en paisajes y temas de naturaleza muerta. La colaboración entre ambos dio lugar a obras en las que la belleza plástica y la delicadeza son tan relevantes como el mensaje de excelencia cultural que se quería transmitir, y que se pretendía que llegara a la corte española, a donde se enviaron numerosas de estas pinturas.

Otros amantes de las artes, tanto locales como foráneos, buscaron emular la protección a estos artistas y el coleccionismo de ese nuevo tipo de obras, sobre las que gustaban de debatir e intercambiar ideas. A mayor gloria de sus poseedores, y para mostrar sus piezas y su conocimiento artístico, surgió en los Países Bajos un género pictórico tan singular como la galería de pinturas, que exponía representaciones, veraces o no, de las posesiones artísticas de estos amantes de la pintura. 

Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, «La infanta Isabel Clara Eugenia», h. 1615. Óleo sobre lienzo.
Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, La infanta Isabel Clara Eugenia, h. 1615. Óleo sobre lienzo.© Museo Nacional del Prado. Archivo Fotográfico

Arte y poder

Como se evidencia a través de toda esta exposición, el arte flamenco se convirtió en una excelente herramienta destinada a la comunicación política. En una España inmersa en continuas guerras contra el mundo protestante, su difusión estuvo en muchos casos vinculada a la propaganda religiosa, a cuyo servicio Rubens había puesto tan magníficamente sus pinceles.

Dada su capacidad diplomática y a sus maneras cortesanas, Rubens realizó retratos de los gobernantes de toda Europa, que con frecuencia influyeron en artistas locales. También abordó composiciones alegóricas a la medida de los poderosos, donde combinó una fuerza plástica formidable con un mensaje propagandístico muy eficaz.

Más allá de Rubens, otros pintores, grabadores, poetas o eruditos estuvieron también al servicio de los mismos poderes, creando obras artísticas que celebraban las glorias militares y políticas de los príncipes europeos. El origen de las piezas que aquí se presentan es la Colección Real española, germen del Museo del Prado, por lo cual fueron creadas para ensalzar las glorias de España en tiempos de Felipe IV.

La nobleza de la pintura

Paulus Pontius (grabador) y Pedro Pablo Rubens (inventor), a partir de Diego Velázquez, «Retrato alegórico del conde duque de Olivares», 1626. Aguafuerte y buril sobre papel verjurado.
Paulus Pontius (grabador) y Pedro Pablo Rubens (inventor), a partir de Diego Velázquez, Retrato alegórico del conde duque de Olivares, 1626. Aguafuerte y buril sobre papel verjurado.© Museo Nacional del Prado. Archivo Fotográfico

La representación de los artistas como personajes ilustres, dentro de un concepto puramente renacentista de la creación artística, se había iniciado en el mundo nórdico a comienzos del siglo xvii con figuras fundamentales como Hans von Aachen, que llegó a ser pintor del emperador Rodolfo II. La idea del artista ennoblecido, que trabaja para un príncipe y que es ya un miembro relevante de la sociedad, es un tema habitual en el arte flamenco que los pintores posteriores, como Van Dyck y Rubens, incorporarán en sus retratos.

Paralelamente, la reivindicación del arte de la pintura como una labor noble, que de forma indirecta confería aristocracia a quienes la ejercían, es un tema que ya frecuentaron los artistas nórdicos antes de que Rubens se convirtiera en el mejor paradigma de ello, como ejemplifican ciertos grabados alegóricos de principios del siglo xvi, en los que el ejercicio y la condición del arte y la pintura se presentan como una actividad intelectual superior.

Rostros y personalidades

El cultivo del retrato y los estudios de la figura humana a partir de modelos tomados del natural, que luego eran utilizados en los personajes de los cuadros, fueron muy frecuentes en los artistas flamencos del Barroco. La habilidad para representar los detalles físicos de los retratados se une a un evidente afán por captar su personalidad, así como de proyectar imágenes muy individualizadas, con claros tintes propagandísticos.

Pero los medios para lograrlo son distintos y siempre muy personales, y abarcan todos los soportes y técnicas, desde retratos al óleo hasta dibujos o grabados. En ellos cada artista utiliza técnicas y composiciones muy diversas, desde la pincelada suelta de Rubens hasta la más estereotipada de artistas de otra generación como Frans Pourbus; desde las escenas vehementes de Van Dyck hasta otras más clásicas como las de Jordaens, quien sin embargo emplea una técnica muy suelta en sus estudios de cabezas. 

Dentro y fuera

La vida cotidiana fue un motivo muy habitual para los artistas de los Países Bajos desde finales del siglo xvi. Las representaciones de costumbres campesinas, de festejos tradicionales e incluso de refranes y dichos populares se convirtieron en tema común del arte, dando lugar a las llamadas escenas de género. Gracias a estas representaciones conocemos el aspecto de los campos, de las gentes y de las ciudades flamencas. Se trata de escenas en interiores o exteriores que fueron muy apreciadas también por los coleccionistas: las famosas kermeses.

Ciertos artistas se dedicaron a este tipo de representaciones. Las de David Teniers se convirtieron en epítome de lo flamenco y la cultura popular, del goce de la vida cotidiana a la que en ocasiones se unía la aristocracia. No es casual que estas escenas inspiraran tapices en el siglo xviii. Otros artistas se especializaron en paisajes no siempre verosímiles, en ocasiones absolutamente imaginados y evocadores. Este grado de especialización los llevó a estar al servicio de otros pintores, que, como Rubens o el propio Teniers, realizaban tan solo las figuras.

Las publicaciones que ilustran entradas de gobernantes en las ciudades flamencas, que se engalanaban para la ocasión y se cubrían de arquitecturas efímeras son otra fabulosa herramienta para conocer el aspecto del mundo nórdico, el escenario vital en el que surgió un arte absolutamente singular como fue el Barroco flamenco.

Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, «La visión de san Huberto», 1617-20. Óleo sobre tabla.
Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, La visión de san Huberto, 1617-20. Óleo sobre tabla.© Museo Nacional del Prado. Archivo Fotográfico

Naturaleza viva y naturaleza muerta

Las escenas de cocina y los bodegones popularizados por ciertos pintores flamencos del Barroco, especialmente Frans Snyders, son la continuación de un género que tuvo mucha fuerza en los Países Bajos a finales del siglo xvi. Sin embargo, en la centuria siguiente la figura humana prácticamente desaparece de este tipo de obras y la pintura se vuelve más opulenta y dinámica bajo la influencia del lenguaje formal de Rubens.

Las pinturas de animales serán una especialidad de Amberes que con los años se imitará en Francia y en otros lugares. El interés creciente por el estudio del comportamiento y la anatomía de los animales supuso un gran impulso para su consolidación como un género pictórico autónomo. A su éxito también contribuiría su uso de las fábulas antiguas, como metáfora del comportamiento humano, así como el desarrollo de la caza, actividad reservada a las élites.

Son un tipo de cuadros que se convertirán en objetos de lujo al exponer los gustos y aficiones de las clases adineradas, deseosas de atesorar y exhibir estas obras en sus casas, no solo por su belleza plástica sino también por su modernidad. Se trata de un género que tendrá un amplio recorrido temporal como objeto de coleccionismo.

Última actualización: 28 mayo 2025 | 13:21