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10.04.25
7 minutos de lecturaFamoso por crear androides que replican a seres humanos, Hiroshi Ishiguro (Shiga, Japón, 1963) es uno de los genios vivos de la robótica. Tras 25 años investigando cómo interactuamos con las máquinas, ahora imagina una sociedad en la que los avatares —representaciones de personas reales— convivirán en perfecta harmonía con la humanidad.
Fiel a su emblemática indumentaria negra, Hiroshi Ishiguro saluda a la audiencia que asiste a su conferencia «Avatares y nuestra futura sociedad» en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa, dentro del ciclo Grandes de la ciencia, y procede a narrar una visión poco convencional del futuro. «Podemos construir un nuevo mundo», anuncia, «un “mundo real virtualizado” en el que será posible asegurar la diversidad y la inclusión, y en el que no habrá ninguna discriminación basada en el cuerpo».
Se refiere a un ideal de sociedad en el que ha trabajado en los últimos años y que, lejos de considerar utópico, cree que se hará realidad a medio plazo. Será un escenario protagonizado por los llamados avatares, representaciones de personas reales que sirven para interactuar con otras a distancia, en lugares donde esas personas no se encuentran físicamente.
En el mundo que Ishiguro imagina, los avatares serían robots controlados de manera remota en tiempo real. Sin embargo, dado que todavía es difícil producir e introducir androides autónomos en nuestras sociedades, el científico japonés trabaja en avatares virtuales, creados por ordenador y con los que se interactúa a través de pantallas.
Ishiguro defiende que los avatares, en cualquiera de los dos formatos, físico o digital, pueden tener un impacto muy significativo en la mejora de la sociedad revolucionando la forma en la que interactuamos y contribuyendo a resolver retos sociales importantes.
«En Japón tenemos un problema de envejecimiento de la población, pronto no tendremos a suficientes personas trabajando», lamenta. «Podemos usar avatares para que la gente mayor, las personas con discapacidad o quienes tienen que quedarse en casa para cuidar de otros puedan trabajar e incrementar así la población activa».
Como ejemplo menciona empresas de seguros que ya utilizan personajes generados por ordenador como vendedores o tiendas que los implementan para ayudar a los clientes con las cajas automáticas. Para certificar su eficacia, Ishiguro explica los resultados de uno de sus experimentos en el que un avatar en pantalla fue el sexto mejor vendedor de una tienda con 21 trabajadores, aunque no podía desplazarse físicamente por el establecimiento.
Según su visión, estas creaciones también podrían resolver desafíos médicos: «Cuando sufrimos la COVID-19 no queríamos ir a los hospitales por miedo al contagio», recuerda. «Utilizando avatares podríamos tener a doctores y especialistas visitando y atendiendo a pacientes a quienes les cuesta mucho desplazarse o que se encuentran en ubicaciones remotas».
Otra de las posibles aplicaciones que concibe el científico japonés tiene que ver con la educación. «En la escuela actual, un profesor enseña a los estudiantes el mismo contenido al mismo ritmo», algo que considera desmotivador. «Cada alumno tiene sus propias preferencias y habilidades, y dado que es imposible que todo el mundo disponga de un profesor particular, podríamos usar avatares para fomentar el aprendizaje individualizado».
El trabajo actual de Hiroshi Ishiguro se enmarca en el Moonshot Research and Development Program, un proyecto financiado por el Gobierno japonés que busca soluciones a problemas sociales complejos con vistas a resolverlos en 2050. De conseguir desarrollar la «sociedad simbiótica humano-avatar» que propone, Ishiguro culminaría la rama de investigación que él mismo inauguró: el estudio de la interacción entre humanos y robots, para la cual ha diseñado decenas de androides.
Doctorado en ingeniería de sistemas por la Universidad de Osaka en 1991, Ishiguro es director del Laboratorio de Robótica Inteligente de dicha universidad. Desde aproximadamente el año 2000 ha desarrollado distintos tipos de robot que ha agrupado bajo nombres genéricos, como Robovie, Repliee y Telenoid.
Los más mediáticos son los de la gama Geminoid, réplicas muy realistas de personas reales, una de las cuales representa al propio Ishiguro. «Estamos consiguiendo que algunos de nuestros androides tengan movimientos que se parecen mucho a los humanos», explica con entusiasmo. Tras mostrar un vídeo de su doble hablando a cámara, se asombra: «¡Se mueve mejor que yo! Cuando hablo, no soy capaz de gesticular de esa manera tan rica en matices».
Ishiguro también está perfeccionando sus creaciones gracias a los avances recientes en inteligencia artificial, que han supuesto un salto cualitativo en la disciplina. «Mi Geminoid ha mejorado mucho gracias a los grandes modelos de lenguaje», señala. «Hemos introducido todos mis libros y entrevistas en mi réplica, y mis alumnos le han diseñado una personalidad parecida a la mía. Ahora puede dar clase e impartir conferencias en mi lugar, en más idiomas que yo y con una mejor pronunciación», bromea.
A pesar de llevar años trabajando en conseguir réplicas exactas de seres humanos, Ishiguro cree que es difícil evaluar los resultados de manera imparcial. «La gente dice que mi robot se parece mucho a mí, pero yo no lo creo. Cuando me miro en el espejo veo una imagen invertida de mí mismo, pero el Geminoid no está invertido. Creo que no puedo hacer observaciones objetivas sobre mí mismo».
Ishiguro defiende que este tipo de observaciones, más que las de carácter técnico, son las que fundamentan la tarea de crear un robot. «Lo esencial para diseñar androides es hacerse preguntas esenciales, como: ¿Qué significa ser humano? Esa es la cuestión principal».
Un buen ejemplo de esos interrogantes es su esfuerzo por recrear lo que los japoneses llaman sonzaikan, término que hace referencia a la sensación de estar junto a otra persona. «Cuando cerramos los ojos, podemos sentir si hay alguien a nuestro alrededor», explica Ishiguro. «Pero ¿cómo podemos desarrollar un avatar que tenga sonzaikan, que transmita una presencia similar a la humana? Es algo que aún no hemos resuelto».
Todavía más complicado es el reto de dotar a los androides de voluntad, algo que el científico considera imprescindible: «Si queremos tener robots autónomos, necesitamos diseñar sus deseos, pero debemos ser cuidadosos para que no sean dañinos», advierte. «Necesitamos discutir con filósofos, científicos cognitivos e investigadores de otros campos», ya que reconoce que algunos aspectos de esta tecnología tienen que ver con disciplinas humanistas y aún están por definir.
«Creo que la sociedad evoluciona y es bueno que los ideales lo hagan también», responde Ishiguro a una pregunta del público en CosmoCaixa que pone en duda que las personas lleguen a permitir la creación de sus dobles. «Estas creaciones no deben verse como sustitutos de los seres humanos, sino como herramientas que amplían nuestras capacidades. Para conseguir una sociedad simbiótica humano-avatar debemos cambiar la tecnología, pero también la manera de pensar de la sociedad».
Ishiguro cierra su intervención en el ciclo Grandes de la ciencia mostrándose optimista sobre el futuro, aunque reconoce que nadie sabe lo que nos depara el mañana: «Puede que, con nuestras investigaciones, las personas que trabajamos en proyectos de ingeniería, creación y ciencia estemos contribuyendo a la evolución de la ética y de la sociedad», expresa, esperanzado. «Como creadores, debemos pensar qué es mejor para la sociedad, cómo sería un mañana mejor. Debemos seguir trabajando en la multiplicidad de escenarios posibles y, al mismo tiempo, evitar situaciones peligrosas; ese es nuestro reto».