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Eudald Carbonell: «Mientras sigamos en batalla con el medio ambiente no seremos humanos»
06.05.24
5 minutos de lecturaSi existe una figura emblemática en el mundo de la paleontología en España, esa es la de Eudald Carbonell (Ribes de Freser, 1953). El que fuera codirector de los yacimientos de Atapuerca ha dedicado su vida a investigar el origen y la evolución del ser humano y ha protagonizado algunos de los descubrimientos más significativos sobre los primeros habitantes de Europa. Autor comprometido con la divulgación del conocimiento científico, el pasado 28 de febrero ofreció la conferencia Humanidad y futuro en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa, donde explicó cuáles deberían ser las claves para garantizar la continuidad de nuestra especie.
Fue cuando empecé mi primera colección de fósiles marinos, recogiéndolos sin saber nada, solo porque unos señores me dijeron que en una zona había restos de animales antediluvianos.
Todas las especies humanas que se han encontrado en Europa también se han localizado en Atapuerca, concentradas en un solo sitio. Además, se ha hallado la primera prueba de canibalismo y se ha relatado el lenguaje, que hemos inferido gracias al hallazgo de huesecillos del oído muy desarrollados. También se ha secuenciado el primer genoma de la humanidad recuperando material proteico del esmalte dental del Homo antecessor, solo por mencionar algunas de las cosas que hemos descubierto.
A nivel humano he aprendido a construir un equipo transversal que ha tendido puentes entre distintas disciplinas académicas. Ha sido una tarea muy difícil, pero que me ha entusiasmado, una labor que ha sido fundamental para mí. Sin Atapuerca no sería como soy.
Me refiero a que la arqueología me lo ha dado todo, pero, por eso mismo, ya no le pido nada. No me arrepiento, pero si volviera a nacer no sería arqueólogo otra vez.
Nuestra forma de organización social nos va a llevar al colapso porque responde a un desarrollo que nos hace entrar en contradicción con lo que somos. Nuestra especie todavía está en proceso de humanización, aunque pensemos que ya lo hemos logrado; pero ser humano es algo ligado a la solidaridad y a la interdependencia, y no estamos llevando a cabo las acciones necesarias para serlo. Estamos en batalla con el medio ambiente, con el medio natural. Mientras sigamos así, no seremos humanos.
La paradoja es que puede que nos deshumanicemos antes de humanizarnos; es decir, que la tecnología nos convierta en transhumanos y seamos algo parecido a lo que vemos en la ciencia ficción: una mezcla de seres orgánicos e inorgánicos. Este proceso de transformación es galopante y seguramente lo viviremos en 50 o 100 años.
La tecnología y el lenguaje nos han ayudado a ser la especie que somos. El fuego, por ejemplo, reunió los elementos de lo técnico y lo comunicacional. A su alrededor, la gente hablaba y se documentaba, y así se configuraron las ideas. Ahora está sucediendo lo mismo con la inteligencia artificial: facilita que la gente se comunique y que muchos de nuestros dispositivos funcionen. En el futuro surgirá una inteligencia unificada que más que artificial será humana, natural y artificial a la vez.
La conciencia crítica ya existe, apareció en el planeta en 1962 con la crisis de los misiles, cuando la posibilidad de un invierno nuclear fue real. Los grandes físicos que habían creado la bomba atómica pusieron sobre aviso al ejército de que, si se utilizaba, se destruiría el planeta. Pudo verse también en las manifestaciones contra la guerra en Irak. Esos momentos son ejemplos de la socialización de la conciencia crítica de especie.
Hay distintos tipos de conciencia. La conciencia de clase, por ejemplo, es la que tienen los grupos sociales en lucha por su propia expansión. La conciencia crítica de especie es la lucha de la humanidad en su extensión por todo el planeta. También hay una conciencia cósmica, en relación con el espacio. Son distintas capas de conciencia.
La globalización es lo peor que ha hecho el ser humano porque ha acabado con la diversidad, lo que mantenía vivas las lenguas, las culturas. Es un sistema que unifica y uniformiza. Un ejemplo de ello es el campo. La España vaciada no se ha vaciado sola; ha habido una intencionalidad en que los productos sociales fueran una cosa urbana.
Tendríamos que dar pasos importantes, pero en realidad no debería haber líderes ni estructuras jerárquicas. Durante muchos años solo han servido para que las cosas no funcionen como tienen que funcionar.
Los animales tienen líderes porque es una forma lógica y natural de organizarse, pero nosotros estamos en una fase de racionalidad y pensamos de forma desnaturalizada. El momento ha cambiado, y ser humanos significa relacionarse de otra manera, sin criterios de jerarquía. Además, tenemos experiencia con la tecnología y eso nos permitiría tener un mundo distinto, que funcionara con otras reglas.
Durante mucho tiempo se ha pensado que el 50 % de la especie no tenía que contribuir a las reglas de funcionamiento social, solo por dimorfismo sexual. Ha sido una asimetría que ha negado la perspectiva de este 50 %. Este es uno de los ejemplos del mal funcionamiento del sistema y es una lástima, pero por suerte se está corrigiendo.
A medio plazo, me gustaría ver si seremos más especies humanas. La gente ya se modifica genéticamente para tratar enfermedades y creo que a finales del siglo XXI eso provocará una diversidad de especies humanas.
Es algo controvertido, pero creo que la ética va a ceder a la herencia biológica y social. Será inevitable, como ocurrió con el ludismo del siglo XIX, que creía que las máquinas destruirían el mundo, y las máquinas lo han construido. Lo que ha habido es un mal reparto de los recursos, pero el mundo continúa siempre hacia adelante.
Mi mensaje es de esperanza. Creo que el ser humano tiene algo que crece y se desarrolla en su interior que es imperturbable y que siempre estará allí, es la base de todo movimiento y de todos los sueños. La esperanza y la perseverancia son las dos cosas más importantes para el futuro. Sin ellas, no habrá planeta.