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15.05.25
4 minutos de lecturaEn una sociedad cada vez más longeva, la vejez se revela no como una etapa de cierre, sino como un tiempo fértil para la introspección, la creación y la transmisión. En este contexto, el Concurso de Relatos Escritos por Personas Mayores, que organiza la Fundación ”la Caixa” en colaboración con Radio Nacional de España (RNE) y La Vanguardia, se convierte en un valioso instrumento para dar sentido a la vida, compartir conocimientos acumulados y dejar un legado. Hablamos con Anna Soldevila, doctora en Psicopedagogía, especializada en gerontología educativa y educación emocional.
Durante la vejez, escribir no es solo un acto creativo, sino también una forma de reflexión vital; es una herramienta poderosa de introspección, elaboración emocional y afirmación personal. Revisar la vida vivida para integrar la experiencia (retrospectiva existencial), ordenar recuerdos con intención y explorar quién se ha sido son formas profundas de reconocerse y de reafirmar la identidad personal. La escritura ayuda a dar coherencia a las experiencias, a integrar lo doloroso y lo gratificante, y también a mantener activa la mente: la memoria, la imaginación, el lenguaje y la atención se estimulan y generan bienestar cognitivo y emocional.
La escritura convierte la memoria en algo tangible. Escribir permite recapitular la experiencia acumulada: saberes de vida, oficios, costumbres, decisiones, principios éticos, todo lo que no suele estar en los libros, pero pervive en quien lo ha experimentado. Estos textos —sean diarios, cartas, cuentos, biografías, blogs o reflexiones— son puentes entre épocas. En ellos se construye un legado emocional e intelectual que puede guiar a quienes vienen detrás y preservar historias que, de no escribirse, podrían desaparecer.
Además, el proceso tiene beneficios para ambas partes: quien escribe se siente útil, reafirmado, con propósito y sentido de trascendencia; quien lee recibe enseñanzas y se siente más conectado y enraizado en su historia familiar o colectiva.
Podemos hablar de un verdadero legado afectivo y cultural. La persona mayor que escribe fortalece su autoestima, se reconoce como portadora de sabiduría y rompe con la invisibilidad. Esta práctica contribuye también a disminuir el aislamiento al ofrecer una valiosa vía de comunicación con otros. Para las generaciones siguientes, estos relatos son una fuente única de identidad, pertenencia y comprensión: ninguna enciclopedia puede igualar lo que cuenta la abuela sobre la guerra o lo que escribe el abuelo sobre cómo conoció el amor.
Fomentar la creatividad durante toda la vida y especialmente en la vejez no es un lujo, sino un derecho y una necesidad. La creatividad en esta etapa se adapta, se vuelve más rica en matices y puede convertirse en una forma de resistencia vital. Crear algo nuevo, aunque sea pequeño, genera satisfacción y fortalece la autoestima. Es también una manera de mantenerse flexible mentalmente, de abrir caminos expresivos cuando otras capacidades, como las físicas, comienzan a disminuir. Escribir, pintar, cantar, inventar: todo es parte de la misma energía vital que dice «todavía estoy aquí».
Muchas personas mayores creen que no tienen talento o que ya es tarde para empezar. Temen escribir mal, que las ideas no salgan «bonitas» o que nadie quiera leerlas. Experimentan el miedo al juicio o al error. A esto se suman limitaciones físicas, como vista cansada, manos temblorosas o fatiga, y también barreras culturales: no haber desarrollado antes el hábito de escribir, no tener suficientes referentes literarios o no manejar las herramientas tecnológicas actuales.
La clave está en acompañar sin imponer, crear espacios seguros y sin juicio donde escribir no sea una obligación estética, sino un acto genuino de expresión. Es importante normalizar la escritura imperfecta: no se trata de hacer literatura premiada, sino de escribir con el corazón. A veces, una carta a un nieto, una receta comentada o una anécdota manuscrita tienen más valor que una novela.
También ayudan los pequeños desafíos asumibles, como autopublicar un cuento con un grupo de escritura o compartir textos en redes sociales. Celebrar cada paso, por mínimo que sea, refuerza la motivación. Y conviene recordar que muchos autores comenzaron a escribir tarde. Las ayudas técnicas también cuentan: usar papel con letra grande, dictado asistido, correctores ortográficos, herramientas digitales o incluso inteligencia artificial para ordenar las ideas.