Veinte años acompañando a las personas mayores en Murcia
18.10.24
9 minutos de lecturaDurante las dos décadas de vida del Espacio Fundación ”la Caixa” Murcia, más de 130.000 personas y decenas de asociaciones han participado en más de 4.000 actividades, trabajando conjuntamente por una sola causa: promover la inclusión, la participación activa y el envejecimiento saludable de las personas mayores. Hoy, con una media de 500 visitantes al día y 100 voluntarios activos, se ha convertido en un referente en el apoyo a la comunidad sénior murciana.
Hoy, el centro ha conmemorado su 20 aniversario con un acto festivo y de reconocimiento a las entidades y las personas que han contribuido al proyecto durante estos años. Han participado en dicho acto el director general de la Fundación ”la Caixa”, Antonio Vila Bertrán; la consejera de Política Social de la Región de Murcia, Conchita Ruiz, y la concejala de Mujer, Políticas de Conciliación, Mayores y Discapacidad del Ayuntamiento de Murcia, Ascensión Carreño.
A sus 91 años recién cumplidos, la usuaria más veterana del centro, Dolores López, posee dos recuerdos que nunca se van a disipar de su memoria. Uno de ellos es el privilegio de haber sido la primera médica colegiada de Murcia. El otro y no menos importante para ella y para su vida es el instante preciso de octubre de 2004 en que entró por primera vez en el Espacio Fundación ”la Caixa” que acababan de inaugurar en su ciudad.
El centro abrió por aquel entonces en pleno corazón de la capital del Segura con la intención de proporcionar un lugar a las personas mayores donde pudiesen disfrutar de esta etapa de su vida, un lugar donde pudieran sentirse parte de un proyecto que los pusiera sin lugar a dudas en el centro de la ecuación.
Ahora, en octubre de 2024, dos décadas después y a punto de iniciar un nuevo curso repleto de actividades, Dolores López recuerda con añoranza todos los momentos que ha vivido dentro de sus instalaciones.
La antigua médica se mueve muy cuidadosamente, sentada en su silla de ruedas, y recorre unos pasillos y unas salas que conoce como la palma de su mano. «Es como si viniera a mi segunda casa. Me conoce todo el mundo. Y yo los quiero a todos. Son como de mi familia», cuenta.
«Es de los sitios en que más feliz he sido en toda mi vida», asegura. Y no es algo que ella diga por casualidad. López explica que este centro le dio la oportunidad de «aprender para luego poder enseñar», que gracias a su apertura se enamoró de la enseñanza, de ofrecer desinteresadamente sus conocimientos a los demás.
La directora del centro, Rocío Vera, es tal vez la figura que mejor representa la filosofía del proyecto que tanto ha marcado a Dolores. La celebración de su vigésimo aniversario sume a todas las personas que hacen posible el espacio en un estado de alegría. «El programa de Personas Mayores de la Fundación ”la Caixa” y este centro aportan algo muy importante a la ciudad porque el espacio otorga a las personas más veteranas un lugar donde relacionarse, donde formarse, donde compartir y sentirse válidas», explica Vera.
Todas las propuestas del centro ―sean actividades, talleres o asociaciones― están enfocadas en ayudar a las personas mayores y en fomentar en ellas su entusiasmo por la vida y su inquietud por colaborar. Allí, día tras día, hacen frente a sus principales preocupaciones, ya sean la brecha digital, el pavor a quedarse atrás, el empeoramiento progresivo de la salud, la soledad o la ausencia de interrelación con otras generaciones, como los niños o los adolescentes. A todas tratan de buscarles una solución eficaz.
«Llevamos a cabo talleres de animación a la lectura y de alfabetización en competencias digitales, actividades de prevención de la fragilidad y de gimnasia, actividades culturales y artísticas relacionadas con la ciudad, y también de salud y vitalidad», enumera Vera.
El valor de los talleres
«Nos esforzamos por contribuir a la labor de dar significado al tiempo de los mayores», continúa la directora. Y pone el foco en el elemento principal que hace posible todo el trabajo en el espacio: «las personas».
Dentro del centro coexisten ejemplos muy paradigmáticos. Cuando el docente Juanfran Martí accede cada día al aula, donde ya le espera un grupo numeroso de usuarios, y cierra acto seguido las puertas y apaga las luces, el tiempo exterior, el de los relojes, queda en suspenso. En la penumbra de las salas comienzan a sonar melodías. El mundo se sumerge sin previo aviso en la corriente de la música. Martí organiza a lo largo de todo el año talleres dedicados a la música clásica y a la ópera. «Me di cuenta de que la gente no capta del todo el significado que tiene la música. Mi objetivo es darles herramientas para que puedan disfrutarla de manera apasionada», explica el docente.
En la mirada de Martí, tamizada por el recuerdo de todas las experiencias que ha vivido en el espacio murciano, hay algo que se transforma. «Yo no sería la misma persona que soy ahora si no hubiera estado todos estos años colaborando con la Fundación», confiesa. «Cuando enciendo la luz después de haber escuchado el fragmento de una sonata o de una ópera, miro las caras de las personas mayores y hay un brillo, un reflejo de satisfacción en sus ojos», cuenta.
Para el docente, que conoce bien los entresijos y la manera de funcionar del espacio, su valor verdadero reside en su potencial colaborador, en la amalgama de voluntarios y de asociaciones diversas que lo hacen posible. «Este centro saca lo mejor de la gente. La hace participar de manera activa. Es una oferta única», manifiesta.
La magia del voluntariado
Las historias humanas y personales que el Espacio Fundación ”la Caixa” Murcia ha propiciado durante sus 20 años de trayectoria son ilimitadas. En gran parte, gracias al esfuerzo de su principal asociación de voluntarios. Fulgencio Ruiz, ahora secretario de la Asociación Murciana de Voluntarios de Informática Móvil (AMUVIM), constituida en 2006, y asiduo al centro también desde su apertura, llega a sus instalaciones junto a varios compañeros para impartir un taller de impresión en 3D. Se dedican a crear prototipos de objetos que después sirven para mejorar la vida de personas con discapacidad.
Actualmente, dice Ruiz, la asociación cuenta con 100 voluntarios activos. Cinco de ellos abren un ordenador portátil, lo conectan a un proyector e inician en la pantalla —para enseñárselos a quienes han venido a aprender— programas en los que se observan modelos digitales de objetos que se imprimirán a continuación en la máquina. «Cada diseño tiene una historia detrás porque va dirigido a ayudar a alguien con unas necesidades concretas. Es bonito que la gente venga aquí, que te cuente sus problemas y que entre todos creemos cosas que no existían para solucionárselos», explica uno de los voluntarios.
«El voluntariado aporta satisfacción personal porque uno siente que hace algo por los demás. Es la magia de decir: “quiero hacer cosas, quiero ser útil”. Todos los voluntarios nos confiesan siempre que reciben más de lo que dan, que esto los llena de vida», afirma Fulgencio Ruiz.
La iniciativa del voluntariado surgió en él cuando apenas se acababa de jubilar. Hacía muy poco tiempo que el espacio había abierto y se dio cuenta de que muchas personas mayores compartían una misma incertidumbre: el uso de la tecnología. Tenían interés en aprender a manejar las variopintas herramientas informáticas para evolucionar a la par que el mundo y poder así implementarlas en su vida cotidiana.
AMUVIM y el espacio para personas mayores murciano tratan de cerrar esa incertidumbre para siempre. Y lo consiguen. «Ahora todos aquí estamos conectados. Era algo impensable hace unos años y, gracias al voluntariado, a ayudarnos unos a otros, tenemos una red y hablamos a través de internet entre nosotros o con otras asociaciones, y gestionamos nuestros papeleos online y mucho más».
Colaboraciones indispensables
Un aspecto trascendental sale a la palestra con las palabras de Fulgencio Ruiz. En la colaboración con otras asociaciones descansa también la energía transformadora que posee en Murcia este centro. Y es que la constante sinergia entre organizaciones y administraciones de todo el panorama regional proporciona grandes oportunidades a las personas mayores. No solo para su propio crecimiento personal, sino también para conectar con otras generaciones.
Una de las entidades más vinculadas al espacio es COPEDECO, que durante décadas se ha ocupado de ayudar a jóvenes de Murcia en riesgo de exclusión social. «Cuando abrió el centro, en 2004, nosotros teníamos la necesidad de encontrar un espacio en el que los chavales a los que acompañamos, que necesitan apoyo educativo y social, se sintieran cómodos. Y aquí lo encontraron», explica Enrique Tonda, responsable de la asociación.
«Pasar tiempo con los mayores les ha servido a los chicos y las chicas para ir creciendo y construirse un porvenir. Han aprendido la importancia de las relaciones sociales. Ahora saben que hay un mundo ajeno a su edad y han conocido la ilusión por la vida. Muchos han acabado estudiando bachillerato. E incluso carreras universitarias», asevera Tonda.
Ilusión por el futuro
En total son 17 las organizaciones que participan en el día a día del Espacio Fundación ”la Caixa” Murcia. Entre todas llevan a cabo proyectos relacionados con la cultura, la pintura, el cine, la salud o lo digital. Los mayores intervienen en todos ellos como protagonistas. Su puesta en práctica ha conseguido vincular el espacio con el grueso de la sociedad murciana.
«El centro ha sido para la ciudad de Murcia un hallazgo sensacional. En 2004 no había ningún espacio que hiciera una labor similar, que ayudara a las personas a tener un envejecimiento activo tanto física como mentalmente», asegura Fulgencio Ruiz.
Más allá de los cambios lógicos que han tenido lugar en estos 20 años, tanto usuarios como colaboradores del centro miran al futuro con las energías intactas y coinciden en que lo más importante, su labor social, se mantendrá para siempre. El docente Juanfran Martí da cuenta de ello. No falta mucho para que su música llene de nuevo, otro curso más, los pasillos y las aulas del centro: «Las cosas cambian, la vida, los programas, los enfoques, pero el espíritu permanece y ese es uno de los secretos que explica que, después de tanto tiempo, el espacio tenga la vitalidad que tiene hoy».