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La nueva longevidad: un cambio profundo, inevitable e ignorado
23.05.24
8 minutos de lecturaUn elevado porcentaje de los bebés que nacen actualmente vivirá hasta los 100 años. Según datos del Pew Research Center, en 2050 habrá 3,7 millones de personas centenarias en el mundo. Esta longevidad extendida tendrá necesariamente implicaciones profundas en múltiples aspectos de nuestra sociedad, en especial en el campo de la salud y los cuidados, lo cual constituye un gran desafío al que, según los expertos, la mayoría de los países no está prestando la atención que el asunto demanda.
La esperanza de vida en España ha experimentado un gran aumento en los últimos años. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2022 la de las mujeres españolas alcanzó los 85,74 años, y la de los hombres, los 80,36. Esto llama especialmente la atención si lo comparamos con las cifras del pasado: en el año 2000, estos valores se situaban en los 82,73 y los 75,9 respectivamente; y en el ya lejano 1960, en los 71,66 y los 66,68 años. Además, se espera que estas cifras, comparables según el Banco Mundial con las de los países de nuestro entorno, sigan aumentando: el Pew Research Center apunta que en 2050 habrá 3,7 millones de personas con más de 100 años en todo el mundo, cuando en 2015 había en torno a 451.000.
Todos los estamentos de la sociedad —tanto Gobiernos como entidades privadas, pasando por los propios ciudadanos a título individual— tienen que ser conscientes de este cambio y de los desafíos y oportunidades que trae consigo. ¿Cómo afrontar este aumento sin precedentes de la esperanza de vida de forma controlada y manteniendo el bienestar de todas las capas de la población?
El siglo de los centenarios
Tradicionalmente, la vejez se ha asociado a algo negativo: a apartarse de la sociedad, a la fragilidad, al fin de la vida. En contraposición con esta acepción, la socióloga Irene Lebrusán propone el término longevidad, que nos aleja de esta connotación negativa errónea, tal y como explicó en el seminario «La nueva longevidad», organizado por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” en los Jardines de Cap Roig los días 15 y 16 de abril. Médicos, economistas y sociólogos pusieron sobre la mesa una visión multidisciplinar de este asunto no para buscar respuestas, sino para encontrar las preguntas adecuadas que nos ayuden a comprender esta transición hacia la longevidad en campos como la salud y los cuidados, la economía, el trabajo, la educación, la identidad o las nuevas relaciones sociales.
George Leeson, profesor asociado en el Instituto de Envejecimiento de la Población de la Universidad de Oxford y profesor visitante de Demografía en la Universidad de Guanajuato-León (México), destacó varios datos relativos al incremento de la población, como por ejemplo que un tercio de los bebés que nacen hoy día en el Reino Unido vivirá hasta los 100 años. Para Leeson, el siglo XXI será, sin duda alguna, el siglo de los centenarios. A pesar de esto, el profesor mostró su preocupación porque los Gobiernos están siendo bastante lentos a la hora de adaptarse a estos cambios y a sus implicaciones.
La profesora Adelina Comas, economista e investigadora de la London School of Economics and Political Science, y directora del Observatorio Global de Cuidados de Larga Duración (GOLTC), añadió que en los próximos años la demanda de servicios de cuidados aumentará considerablemente. «El principal reto es que en casi todos los países del mundo aún no nos hemos hecho a la idea de que esto está ocurriendo y de sus consecuencias. Los que están diseñando políticas adecuadas son la excepción», remarcó.
Un nuevo modelo de residencias más resistente a pandemias
Entre los países modélicos, Comas señaló a Japón, que por otro lado es el país con mayor esperanza de vida, con 87,57 años para las mujeres y 81,47 años para los hombres. «En Japón, la pandemia no causó tanto daño en las residencias porque allí se había invertido mucho en cuidados en los últimos años fomentando un nuevo diseño de residencias que es muy diferente al español», afirmó.
El diseño japonés, que se parece al de países como Dinamarca, consiste en que, en lugar de vivir en comunidad, en las residencias cada persona se aloja en su propio apartamento, que suele contar con un pequeño salón, habitación, cocina, baño propio e incluso acceso al exterior. «Son como pequeñas viviendas particulares con acceso a zonas comunes y muy intensivas en servicios», explicó. «Al vivir así, cuando llegó la COVID-19 fue más fácil establecer las separaciones necesarias».
La pandemia supuso un punto de inflexión en lo relativo a los cuidados de las personas mayores. «Habrá más pandemias», señaló la experta, «y para hacerles frente tendremos que pensar en formas más humanas y eficientes de aplicar las medidas necesarias en las residencias teniendo en cuenta lo que hicimos mal en el pasado». En primer lugar, según Comas, deberíamos implementar una buena infraestructura comunitaria de servicios que ayude a las personas mayores que lo necesiten. Así, mucha gente que hoy en día vive en residencias podría seguir en su propio domicilio. «Sería incluso más económico», afirmó. «Por otro lado», continuó, «muchas de las residencias que tenemos están anticuadas, no son lugares para vivir a largo plazo». La directora del Observatorio Global de Cuidados de Larga Duración aboga decididamente por imitar los diseños de países como Japón, que además garantizan el derecho a la vida familiar.
El papel de los sectores público y privado
Según Comas, para todo ello es clave el papel del sector público, ya que las experiencias más exitosas en el mundo de la prestación de servicios a los mayores son de capital público. No obstante, a criterio de la experta, el sistema público debe recordar que tiene la potestad de regular el sector privado para garantizar que las personas reciban servicios con un grado de calidad óptimo. «Creo que es importante pensar, por ejemplo, en contratos que especifiquen muy claramente los niveles de calidad y las ratios de personal que se esperan para luego establecer un precio consistente con lo que se necesita», remarcó.
La economista sostiene que un buen servicio requiere inversión. Es imposible obtener un buen servicio de otra forma, aunque según Comas no hay que lanzar mensajes catastrofistas respecto a este aumento necesario de la inversión, como se ha hecho en el pasado hablando de «tsunami demográfico». «No veo que vaya a suponer una gran crisis pasar de un gasto del 1 % del PIB a uno del 3 %. A los países que gastan más no les crea ningún problema económico», afirmó. Según la experta, quizás simplemente es necesario dar una visión más positiva de lo que son los cuidados y de lo que se puede conseguir con una buena inversión. «A muchos nos da miedo la idea de que necesitaremos que alguien se ocupe de nosotros en el futuro y creo que por eso no queremos pensar en ello», argumentó. «Por otro lado, en el ámbito político no es un gasto “sexy” y los políticos no están tan interesados en los cuidados como, por ejemplo, en las pensiones».
Los cuidados desde el punto de vista científico
La ciencia también puede trabajar para que las personas lleguemos a edades avanzadas con una salud mejor. Mercè Balcells-Camps, ponente también del seminario organizado por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa”, es investigadora principal de la Escuela de Ingeniería del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y profesora titular en el Departamento de Bioingeniería del Institut Químic de Sarrià (IQS), además de trabajar en ingeniería de tejidos, una disciplina científica todavía muy joven que consiste en desarrollar órganos y tejidos artificiales utilizando materiales biodegradables y células humanas.
«Trabajar con células nos puede ayudar a entender los problemas de salud de las personas mayores para darles una solución o incluso, si tomáramos muestras personalizadas de un ser humano, para crear “repuestos” para sus tejidos u órganos», explicó la experta. Balcells aseguró que en el futuro será posible no solo calcular las posibilidades de que una persona pueda desarrollar la enfermedad de Alzheimer a partir de una muestra de sus células, sino también saber qué tipo de fármacos o tratamientos podremos aplicar de forma personalizada para frenar el avance de la enfermedad o incluso curarla.
«La ingeniería de tejidos es una herramienta muy potente para ganar la batalla a la enfermedad y al envejecimiento», afirmó. «Contribuiremos a mejorar la movilidad de las personas mayores mediante la creación de huesos, rodillas o caderas, además de su sistema circulatorio y, claro, el cerebro».
La vejez del futuro
«Sky is the limit» (‘el cielo es el límite’), afirmó la doctora en relación con la ingeniería de tejidos. «Imagina a una persona con cientos de años, pero que tiene el corazón de una persona joven, la cabeza clara y productiva… Es ciencia ficción, pero estamos ahí. Cuando entendemos la enfermedad, es posible revertirla».
Respecto a los plazos, la profesora se mostró reacia a dar una fecha. «Los procesos científicos son largos y requieren multitud de pruebas. De todos modos, está claro que primero tendremos tejidos más fáciles, como piel artificial o válvulas para el corazón, algo que realmente ya está disponible hoy en día. Nos va a costar mucho más producir un páncreas o un cerebro. Otra cosa serán los debates éticos, porque que podamos hacer algo no quiere decir que lo tengamos que hacer. También habrá, obviamente, un tema de costes».