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María Silvestre: «Los cuidados que asumen las mujeres repercuten en su vejez»

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Un grupo de mujeres mayores practicando deporte.
El envejecimiento, según Silvestre, es uno de los ejemplos más significativos de desigualdad condicionada por los mandatos de género.
© Adrián Quiroga. Fundación "la Caixa"

María Silvestre: «Los cuidados que asumen las mujeres repercuten en su vejez»

Barcelona

05.03.24

7 minutos de lectura
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María Silvestre Cabrera es catedrática de Sociología en la Universidad de Deusto y está especializada en estudios de género. En su conferencia «El envejecimiento desde una perspectiva de género», dentro de las jornadas formativas del programa Siempre Acompañados de la Fundación ”la Caixa”, constató la relación entre las desigualdades de género y la forma en que hombres y mujeres llegan a la vejez.

La igualdad de género es un derecho fundamental. Sin embargo, según ONU Mujeres, si no tomamos medidas, esta no se alcanzará hasta dentro de 100 años. «Y eso es como decir que no se va a alcanzar nunca», señala María Silvestre, que en el pasado dirigió el Emakunde - Instituto Vasco de la Mujer y el máster de Intervención en Violencia contra las Mujeres de la Universidad de Deusto.

María Silvestre Cabrera es catedrática de Sociología en la Universidad de Deusto y está especializada en estudios de género.
María Silvestre Cabrera es catedrática de Sociología en la Universidad de Deusto y está especializada en estudios de género.© Fundación "la Caixa"

Hoy en día «existen muchos y variados indicadores de desigualdades de género que se reproducen en todos los ámbitos: social, político, laboral, cultural, etc.», continúa la socióloga. La primera respuesta está precisamente en «reconocer el sistema sexo-género en el que estamos inmersos y la distinta atribución de valor que otorgamos a ambos géneros», afirma Silvestre.

En segundo lugar, tenemos que «empezar a ver el mundo con una mirada feminista para cuestionar la realidad como la conocemos y ser conscientes de que nuestros actos tienden a perpetuar los marcos de desigualdad». Finalmente, la catedrática subraya la importancia de entender algo que parece muy básico: que no todas las mujeres y todos los hombres son iguales. «Si hablamos de personas mayores, hay que tener en cuenta la diversidad, ya que la edad y las desigualdades no atraviesan a todo el mundo de la misma manera».

La discriminación de género en la vejez: un constructo social

«La desigualdad es universal, pero no es natural», sostiene Silvestre. «No se nace mujer, se llega a serlo», decía la filósofa Simone de Beauvoir. Aunque nacemos biológicamente distintos, aprendemos a ser socialmente diferentes. «Lo problemático», puntualiza la socióloga, «surge cuando el constructo social convierte la diferencia en desigualdad», y el envejecimiento, según Silvestre, es uno de los ejemplos más significativos de desigualdad condicionada por los mandatos de género.

La teoría de género nos ayuda a entender cómo y por qué de la diversidad surge la discriminación. De acuerdo con Silvestre, la forma en la que envejecemos hombres y mujeres, y nuestra distinta percepción de la soledad «no son únicamente la conclusión de una toma de decisiones hechas de forma autónoma a lo largo de la vida». Detrás de cada decisión hay unos condicionantes: los roles de género, nuestro nivel socioeducativo, nuestra clase social, lugar de residencia, convivientes, etc.

Debido a los mandatos de género, en general «las mujeres asumen muchas más labores de cuidados a lo largo de su vida». Según el plan estratégico de ONU Mujeres 2022-2025, realizan una cantidad de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado tres veces superior a la de los hombres. «Esto tiene unas implicaciones directas en su salud, su autonomía, su economía y las pensiones retributivas que perciben en la vejez como consecuencia de la división sexual del trabajo», confirma Silvestre.

Las mujeres mayores que se quedan viudas y que no han trabajado fuera de casa, por ejemplo, dejan de percibir casi el 50 % de la pensión contributiva de su marido. Y eso, sostiene, significa que no le estamos atribuyendo nada de valor a las labores que llevaron a cabo para que su pareja pudiera trabajar fuera de casa.

Sin embargo, «esas tareas de cuidados tienen un revés positivo», afirma Silvestre, «ya que implican el desarrollo de habilidades socioemocionales que ayudan a las mujeres a enfrentar mejor la soledad y la pérdida del trabajo remunerado en la vejez».

Según Silvestre, la discriminación de género en la vejez es un constructo social.
Las actividades en grupo fomentan la cohesión y ayudan a combatir la soledad.
Las actividades en grupo fomentan la cohesión y ayudan a combatir la soledad.© Adrián Quiroga. Fundación "la Caixa"
La soledad y la vulnerabilidad en hombres y mujeres mayores

En España, casi el 40 % de las personas mayores de 65 años dicen sentirse solas. Es más: según el informe La soledad en las personas mayores: prevalencia, características y estrategias de afrontamiento, del Programa de Personas Mayores de la Fundación ”la Caixa”, un 68,5 % de las personas que acuden a sus centros de mayores sienten soledad, aunque el porcentaje de las que no viven acompañadas es menor.

«Vivir solo o sola no tiene por qué explicar necesariamente el sentimiento de soledad», aclara Silvestre. Una cosa es el aislamiento social, que se puede cuantificar y puede ser buscado, y otra la soledad no deseada, que es un sentimiento negativo e impuesto. Silvestre argumenta que esta soledad está más relacionada con la ausencia de relaciones significativas y la falta de pertenencia a un grupo, un hecho estrechamente vinculado a nuestra competencia emocional a la hora de forjar nuevos vínculos en la edad adulta y a nuestra capacidad para transmitir nuestra vulnerabilidad.

María Silvestre: «Las mujeres cuando envejecen suelen estar en mayor riesgo de pobreza, exclusión, discriminación y soledad que los hombres mayores».

«Estas habilidades», cuenta, «están mucho más desarrolladas en las mujeres a consecuencia de los espacios que han frecuentado en sus tareas de cuidados». La mayoría suele tener una identidad mucho más multidimensional que los hombres: han trabajado fuera de casa, pero también han sido madres, suegras, tías, amigas o esposas. Así que su identidad al jubilarse se ve menos afectada. «Si tienen un déficit es el de no ser cuidadas», declara Silvestre. «La también socióloga María Ángeles Durán suele decir que las mujeres mayores acompañan a sus parejas en la muerte (porque la esperanza de vida es mayor para ellas) y, sin embargo, suelen morirse más solas y menos cuidadas. Por todo lo anterior», concluye Silvestre, «las mujeres cuando envejecen suelen estar en mayor riesgo de pobreza, exclusión, discriminación y soledad que los hombres mayores».

Declaraciones de María Silvestre.© Fundación "la Caixa"
Medidas para un envejecimiento digno
La soledad está relacionada con la ausencia de relaciones significativas y la falta de pertenencia a un grupo y el programa Siempre Acompañados da respuesta al reto de la soledad.
La soledad está relacionada con la ausencia de relaciones significativas y la falta de pertenencia a un grupo y el programa Siempre Acompañados da respuesta al reto de la soledad.© Adrián Quiroga. Fundación "la Caixa"

Ante esta realidad, a Silvestre no le faltan ideas. En primer lugar, argumenta la necesidad de un cambio cultural y estructural radical que modifique los mandatos de género. «Muchas veces, nuestras políticas responden a necesidades concretas: la respuesta solventa una necesidad, pero no genera un cambio». Según la socióloga, hay que diferenciar entre necesidades prácticas e intereses estratégicos de género. Y pone un ejemplo: «Estamos impulsando medidas de conciliación, vale. Pero ¿quién se acoge a ellas mayormente? Las mujeres. ¿Estamos resolviendo una necesidad de las mujeres? Sí. Pero ¿estamos acabando con la feminización del cuidado? No».

La solución para atacar la raíz del problema, explica, pasa por desnaturalizar el ámbito del cuidado y convencernos de que no es un asunto privado, sino un tema público y universal que podemos redefinir. «Se requiere una mayor corresponsabilidad donde sociedad y Estado asuman un papel activo. Y esto implica también que las mujeres desocupen ciertos ámbitos del cuidado».

María Silvestre: «Es contradictorio vivir de espaldas al envejecimiento ya que, con suerte, todos y todas vamos a ser viejos algún día».

Asimismo, Silvestre apuesta por promocionar políticas o programas intergeneracionales para que una mayor mezcolanza en el espacio público y privado favorezca la integración de los diferentes grupos sociales y edades. «Recuperar el valor social de la vejez y desmontar los estereotipos que la rodean es crucial. Especialmente, en una sociedad con una clara tendencia al envejecimiento». Según datos de la ONU, en 2050, 1 de cada 6 personas en el mundo tendrá más de 65 años. «Las personas al jubilarse tienen por delante más de 20 años de esperanza de vida y gran parte de ella pueden vivirla con salud y de forma autónoma. Hacerse mayor así es un logro de la humanidad, así que es contradictorio vivir de espaldas al envejecimiento, como si fuéramos inmortales, y como si ver a personas mayores nos recordara el final de un trayecto que no queremos ver, ya que, “con suerte”», señala, «todos y todas vamos a ser viejos algún día».