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04.02.25
5 minutos de lecturaXisco tenía 4 años cuando empezó a acudir a Espiral, una entidad de atención a la igualdad, la juventud y la familia que, dentro del programa CaixaProinfancia de la Fundación ”la Caixa”, aborda el crecimiento infantil a través del juego para facilitar la conciliación de familias con pocos recursos. Allí conoció a Marc, el monitor que cuando fue creciendo le inspiró para convertirse también en monitor y acompañar a niños y niñas de entre 4 y 7 años que, como él, saben lo que es no tener a nadie con quien jugar.
Que el juego es una cosa muy seria lo saben en Espiral, una entidad de atención a la infancia, la juventud y la familia que trabaja para promover la igualdad de oportunidades impulsando espacios de ocio y educación de calidad para jóvenes que no los pueden tener en su entorno familiar y social.
En 2013, esta asociación puso en marcha el programa piloto de CiberCaixa, un espacio de ocio para niños en riesgo de exclusión en la barriada de El Arenal (Palma), y hoy se ha extendido a otros enclaves turísticos con carencias de servicios para la población trabajadora residente, especialmente en lo que se refiere a los menores.
Marc, coordinador socioeducativo de Espiral, recuerda que en aquel momento había quien menospreciaba la importancia de que menores en riesgo de pobreza o exclusión social dispusieran de algo tan sencillo como un espacio y un tiempo para divertirse. «Decían que lo nuestro no era más que cuatro juegos».
El tiempo ha demostrado, sin embargo, que aquellos «cuatro juegos», que en realidad eran todo un programa de ocio y educación en el tiempo libre: «Han sido una herramienta fundamental para el barrio de El Arenal». Y es que, en ese barrio, muchos padres y madres trabajan largas jornadas durante la temporada de verano para atender a las oleadas de turistas que invaden las calles, mientras en invierno apenas hay trabajo y las calles quedan desiertas.
En este contexto, la labor de Espiral permite atender dos de las dificultades de las familias —la conciliación y la falta de recursos económicos— ofreciendo a los menores un espacio en el que, a partir del juego, se pueden abordar muchas otras cuestiones, como «trabajar rutinas, resolver conflictos o enseñar a regular las emociones», resume Marc.
Xisco fue uno de los primeros participantes del programa. «Empecé a ir a los 4 años. Hasta entonces, cuando mi madre no podía atenderme porque salía a trabajar, me quedaba en casa. Recuerdo largas tardes de aburrimiento porque mi padre no es muy de salir que digamos y mi hermano, que es mayor, iba a la suya. En cambio, en Espiral me lo pasaba bien. Aquí fue donde aprendí a divertirme y donde hice mis primeros amigos».
Hoy no sabría imaginar su vida sin Espiral, pero los inicios no fueron fáciles. Los monitores recuerdan a un chaval rebelde que, en las colonias de verano, agarraba la maleta y quería irse a casa. «Cortocircuitaba», admite Xisco.
Sin embargo, siguió los consejos de los monitores y encontró un espacio para jugar y para formarse, pero también a jóvenes adultos que fueron para él un referente. Cuando era pequeño, su referente inmediato fue Marta Mas, su monitora, con quien todavía chatea de vez en cuando en redes sociales, y en los últimos años ha sido Marc Ferrer Gelabert, a quien considera uno de los puntales en su transición a la vida adulta.
Según cuenta el propio Marc, cuando Xisco creció dejó de ir a las actividades de CaixaProinfancia porque no se sentía a gusto. Pero regresó en cuanto se puso en marcha un programa adaptado a adolescentes, Tienes Talento.
Fue entonces cuando Xisco empezó a mostrar interés en trabajar él mismo como monitor. Todavía no tenía la edad suficiente para formarse (tenía 15 años), pero sí pudo empezar su rol como voluntario en las colonias infantiles de verano. Prestaba apoyo a los monitores, que lo trataban como a uno más. Y sin tener las mismas responsabilidades pudo aprender cuáles eran las tareas que debía realizar. «Al principio me apunté para no dejar de ir a Espiral», rememora Xisco, «pero me gustó y repetí. De hecho, repetí tanto que al final encontré allí mi vocación. Recuerdo que me dije: “Quiero ser monitor”».
Xisco trabajó duro y hoy ha obtenido su recompensa. Ha aprobado el curso de monitor y le han convalidado las prácticas gracias al voluntariado que ha realizado en la asociación.
Ahora Xisco, lleno de ilusión, trabaja con menores de cuatro a 7 años, y es que él tenía 4 años cuando empezó a ir a Espiral. Y así como él encontró un referente en Marc, también confía en llegar a ser un referente para otros niños y niñas. «Hago de todo para sacarles una sonrisa porque sé lo que se siente cuando estás todo el día encerrado en casa sin nadie con quien jugar».
La historia de Xisco y Marc forma parte del proyecto documental Vidas contadas, 14 historias de superación donde se da voz a personas en riesgo de exclusión que comparten sus aprendizajes con el fin de sensibilizar a la ciudadanía.