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El aprendizaje es una necesidad inherente al crecimiento, pero se puede aprender de muchas maneras. Para la pedagoga Sílvia Penón, el juego tiene un papel fundamental para desarrollar aspectos tan importantes como la memoria a largo plazo. El juego es, según la experta, parte de la vida y, como tal, la educación ha de tenerlo en cuenta. Por ello, el programa CaixaProinfancia, a través de la Asociación Educativa Itaca, organiza cada verano unas colonias urbanas donde el juego es el protagonista y un motor de igualdad para menores en situación de vulnerabilidad.
¿Sería posible la existencia de un mundo sin juego? El juego, aseguran los expertos, es totalmente intrínseco a la vida humana: resulta tan necesario como el aire o el agua. Es nuestro primer lenguaje. «Aprendemos a jugar antes de nacer. Ya desde el útero se ha confirmado que hay balanceos en el feto que se asemejan a pequeños juegos. No nacemos con un pan bajo el brazo, más bien nacemos con el juego bajo el brazo», señala Sílvia Penón, pedagoga, educadora social, experta en acompañamiento familiar, juego y actitud lúdica como recurso para la educación, y colaboradora de CaixaProinfancia. Este programa de la Fundación ”la Caixa”, a través de más de 400 entidades sociales, atiende a familias en situación de vulnerabilidad para promover el desarrollo y la integración de niños, niñas y adolescentes en el entorno familiar, escolar y social para lograr su empoderamiento y romper así el círculo de la pobreza.
Entonces, si ya desde antes de nacer estamos aprendiendo a jugar y es una actividad que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida (incluso cuando no somos conscientes de ello), ¿tiene sentido separar el aprendizaje del juego? «En absoluto, ya que los niños y niñas conocen su cuerpo, a las personas de su entorno y el mundo que los rodea a través de juegos que les permiten oler, tocar, chupar, morder, acariciar, mirar… Nuestro modo de entender el mundo desde pequeños es mediante el juego, no solo desde lo cognitivo o lo intelectual, sino también a través de los vínculos humanos. Hay muchos estudios que demuestran que sin emoción y entusiasmo no puede haber aprendizaje a largo plazo», continúa Penón. Además, «el juego es puro presente. Cuando jugamos, olvidamos todo lo demás. Esa es una de sus virtudes más relevantes, que focaliza la atención en lo que estamos haciendo ahora». Ni antes ni después. Porque nos divierte de verdad. Para Penón, «el juego es como guardar en el bolsillo una llave maestra: abre todas las puertas. Pero la fundamental, la que le da más sentido y fuerza, es la de la relación humana».
Pero ¿qué ocurre en la era de la digitalización? «No es lo mismo jugar a través de la pantalla que consumirla pasivamente. Hay excelentes juegos para la tableta, pero no deben ser los únicos, deben complementarse con otros», aclara la pedagoga. Según la experta, las pantallas jamás pueden sustituir el juego al aire libre, que entre otras cosas también es esencial porque estimula la visión periférica.
Los expertos señalan que es vital para todos los niños y niñas el acceso a espacios de juego fuera de casa y del contexto escolar. Sin embargo, esto no siempre es posible, sobre todo para quienes viven en un entorno vulnerable. Ahí reside la gran importancia de las colonias urbanas y los campamentos de verano, espacios inclusivos donde tanto niños y niñas como adolescentes pueden disfrutar de momentos destinados al juego en sociedad.
Una de las líneas de acción del programa CaixaProinfancia facilitó el pasado año la participación de casi 30.000 menores en colonias urbanas y campamentos de verano. Sílvia Penón cree que estas actividades «son una oportunidad maravillosa para aprender a través del juego, ya que son un motor de igualdad, aíslan de las tecnologías, suman en relaciones humanas y creatividad, enseñan límites, a negociar y llegar a acuerdos, activan la autoestima de los menores y, en resumen, fomentan la riqueza del otro». Además, promueven el juego entre edades, ya que en las escuelas el tiempo para el juego es limitado y suele hacerse con niños y niñas de la misma clase. Sin embargo, en las colonias se mezclan diferentes edades, y esto es especialmente relevante porque ayuda a favorecer la empatía y permite aprender a adaptar el registro lingüístico.
Nadia Prieto, coordinadora de las colonias urbanas de la Asociación Educativa Itaca, entidad de tiempo libre educativo colaboradora de CaixaProinfancia, explica que «hay muchas familias con situaciones complejas que no tienen posibilidad de cuidar ni de llevar a sus hijos e hijas a otro sitio durante el verano, porque trabajan y no tienen una red de apoyo. Gracias a estas colonias urbanas, estos niños pueden participar en actividades en las que el ocio y la diversión son la esencia».
El funcionamiento es sencillo. «A las 9 h las familias traen a sus hijos e hijas, que tienen un rato de tiempo libre y luego realizan diversas actividades y juegos en grupo. También hay días que se van de excursión o a la piscina, a la playa, a parques, y también hacen actividades con otras entidades. Más tarde, comen en el propio casal y a las 16.30 h los recogen», cuenta Prieto.
A Raúl, de 8 años, lo que más le gusta es relacionarse con otros niños y no estar siempre con los de su clase. Si le preguntas por su actividad favorita, lo tiene claro: «El fútbol y el baloncesto». Nuria y Ainhoa, también de 8 años, explican que se lo están pasando genial y que, gracias al casal, han aprendido a respetar a todos por igual, «tanto a profes como a otros niños». Les encanta ir a la piscina y jugar al baloncesto.
Según las etapas del aprendizaje descritas por Jean Piaget, psicólogo suizo especializado en desarrollo cognitivo infantil que ejerció una influencia trascendental en la psicología evolutiva y la pedagogía moderna, hay juegos más adecuados que otros dependiendo de la edad. Así, mientras que de bebés requerimos juegos sensoriales y motores, más adelante aparece el juego simbólico, en el que imitamos roles, es decir, aprendemos a ser algo distinto a nosotros mismos. En esta etapa se requiere un nivel de abstracción más alto, ya que nos relacionamos con el otro a través de la empatía. «El juego permite a los niños interiorizar aquello que están viviendo y poner en orden todos los inputs que reciben a lo largo del día», asegura Penón. «Incluso en casos en los que se han sufrido traumas durante la infancia se utiliza el juego como terapia, porque es su lenguaje para exteriorizar. Aquello que no va a ser capaz de contar un niño o una niña de otra forma, será capaz de contarlo mientras juega».
«El juego es esencial para poder llegar a entender ciertos conceptos abstractos, establecer rutinas, aprender a compartir o a cooperar en equipo», afirma Joana Millán, directora de Innovación, Planificación y Calidad en la Asociación Educativa Itaca. Según Millán, «jugando se obtienen conocimientos transversales que acaban afectando de forma directa a los niños y niñas en el ámbito académico, pero el juego también influye en su autoconcepto y en su propia identidad, aportándoles seguridad y confianza para poder afrontar retos». Jugamos para crecer. Pero jugar también tiene relación con hacer caso a nuestro yo interno: el placer de sentir y de observar. Jugamos porque es divertido. En ocasiones, al llegar a la edad adulta desaprendemos. Perdemos esa forma de mirar nueva, cargada de creatividad. Por suerte, «la actitud lúdica se puede recuperar a cualquier edad: la llevamos en el ADN», afirma Penón. Sin juego no seríamos seres humanos.