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05.03.25
9 minutos de lecturaLa igualdad entre mujeres y hombres no es solo una cuestión de justicia, sino también de progreso económico y social. Así lo defiende la profesora Almudena Sevilla (Valladolid, 1973), que ha dedicado su carrera a investigar sobre economía y género, además de impulsar el crecimiento de las académicas y el aumento de profesionales en este sector. En enero de 2025 fue distinguida como comendadora de la Orden del Imperio Británico, un reconocimiento de su labor investigadora y sus contribuciones para mejorar la sociedad, un premio a un compromiso que comenzó en Estados Unidos, donde cursó su doctorado gracias a una beca de posgrado de la Fundación ”la Caixa”.
¿Qué le inspiró a estudiar economía, una disciplina en la que las mujeres suelen estar poco representadas?
Siempre se me han dado muy bien las matemáticas y me recomendaron que estudiase Administración y Dirección de Empresas (ADE), que por aquel entonces compartía muchas asignaturas con Economía. En primero de carrera me topé con la microeconomía y fue un flechazo. Es una disciplina muy formal, pero a la vez muy humana porque permite encontrar soluciones a problemas del mundo real a partir de datos. En ese momento tuve claro que quería dedicarme a investigar cómo pueden las decisiones económicas mejorar la sociedad, por lo que, al terminar ADE, continué con Economía.
¿Cuándo se dio cuenta de que las mujeres eran minoría?
En la facultad éramos tantas chicas como chicos, pero esa equidad se fue perdiendo a medida que avanzaba en mi carrera académica. Cuando llegué a la Universidad de Brown para hacer el doctorado gracias a una beca de posgrado en el extranjero de la Fundación ”la Caixa” me di cuenta de que solo había una mujer que fuera profesora. Fue entonces cuando empecé a moverme, hablando con las estudiantes de ciencias puras, que estaban organizadas y contaban con el respaldo de la universidad. Recuerdo perfectamente la cara de sorpresa del decano cuando le hice ver que Ciencias Económicas era una especialidad dominada por hombres y enseguida quiso actuar al respecto.
Su impulso ha continuado hasta fundar una red que apoya a las mujeres que se dedican a la economía.
Después de 10 años trabajando por la igualdad en la asociación profesional de economistas británicos, la Royal Economic Society, me di cuenta de que los progresos eran muy lentos y que necesitábamos un cambio de estrategia. No bastaba con señalar los problemas, era necesario crear espacios concretos donde las mujeres pudieran aprender, apoyarse y avanzar juntas. Por eso fundé la UK Women in Economics Network, con la idea de conectar a economistas en la academia, el sector público y la empresa privada. Nuestros eventos tienen una demanda muy superior a la capacidad disponible, lo que demuestra que, a pesar de los avances en este campo, sigue habiendo una gran demanda de estos espacios que van más allá del simple networking y ofrecen oportunidades reales de desarrollo y aprendizaje.
Recientemente ha sido nombrada comendadora de la Orden del Imperio Británico. ¿Qué significa esta distinción?
Recibir este título ha sido una sorpresa enorme y un honor increíble, ya que es una condecoración que se otorga a grandes personalidades de las artes y las ciencias, como Stephen Hawking, por ejemplo. Es un reconocimiento tanto de mi trabajo académico como de mi labor por la igualdad de la mujer y me hace mucha ilusión, aunque también me genera una sensación de responsabilidad. En lo social, creo que estos reconocimientos son importantes porque dan visibilidad a las investigaciones sobre economía y género, algo que es fundamental para que más mujeres y hombres se animen a estudiar esta materia.
En sus investigaciones analiza los frenos estructurales que afectan a las mujeres, como los estereotipos de género.
Con nuestras investigaciones hemos demostrado que algunas ideas extendidas, como «las niñas no son buenas en matemáticas» o «las madres deben quedarse en casa al cuidado de los niños», contribuyen a las brechas de género en la educación y el mercado laboral. Incluso en países con altos niveles de igualdad sigue existiendo una fuerte asociación entre los hombres y las carreras técnicas, y entre las mujeres y las humanidades. Estos estereotipos a menudo son subconscientes, pero influyen tanto en la confianza y las aspiraciones de las niñas como en las expectativas y las decisiones de las familias y el profesorado.
¿Qué impacto económico tienen estos estereotipos?
Estas ideas preconcebidas hacen que el entorno aleje a las niñas de las carreras científicas y tecnológicas, lo que entorpece la igualdad de género. Además, suponen un costo para la economía, ya que, al no aprovecharse posibles vocaciones en esas disciplinas, se reduce la innovación y la productividad. Cada niña que no desarrolla su potencial representa una pérdida de talento y un freno para el crecimiento. La igualdad de oportunidades no es solo una cuestión de equidad y justicia, también es necesaria para aprovechar recursos muy valiosos para la sociedad.
También ha investigado factores que aumentan la brecha de género en el ámbito laboral, como el acoso sexual.
El acoso sexual es una barrera extrema en el mercado laboral que obliga a muchas mujeres a cambiar de sector o a dejar sus empleos e impide que trabajen donde serían más productivas. En nuestras investigaciones hemos demostrado que 18 de cada 100 mujeres han sufrido contacto físico no deseado en alguna ocasión. Además de las consecuencias directas sobre las víctimas, que pueden incluir el abandono del empleo o un freno para su carrera profesional, contribuye a la segregación ocupacional, ya que las mujeres buscan entornos de trabajo en los que hay menos hombres para sentirse más seguras. Esto no solo limita su desarrollo profesional con graves consecuencias económicas para las propias mujeres a lo largo de su vida, sino que también reduce la eficiencia del mercado al desaprovechar talento.
¿Cómo podrían prevenirse comportamientos de este tipo?
Es necesario crear un marco institucional para que el acoso sexual no suceda. En España hemos avanzado bastante al pasar de una legislación que solo actuaba cuando el suceso ya había ocurrido a una que obliga a las empresas a prevenir estas situaciones. Ahora están obligadas a implementar protocolos claros, formar a su personal y tomar medidas preventivas. A corto plazo, estas políticas abordan el problema inmediato, pero su verdadero impacto se ve en el largo plazo, donde también contribuyen a cambiar actitudes.
En su trabajo habla de la «penalización por hijos» y explica por qué tener descendencia contribuye a la brecha salarial de género.
Cuando llegan los niños, muchas madres tienen que dejar de trabajar o reducir su jornada laboral, lo que genera un efecto dominó que desemboca en un menor progreso profesional. Políticas como los permisos de maternidad o el trabajo en remoto pueden ser armas de doble filo, ya que las personas se acogen a estos beneficios suelen ser mujeres, lo que puede reforzar los estereotipos de género y mantener las desigualdades laborales.
¿Las medidas de conciliación pueden ser perjudiciales?
Algunas de las decisiones que toman las familias respecto al cuidado de los hijos pueden ser útiles en el corto plazo, pero contraproducentes en el largo, en especial para las mujeres. La solución pasa por que las medidas de conciliación se tomen de manera equitativa por ambos sexos y que las empresas tengan que reportar si existen diferencias de uso entre ellos. España ha dado un gran paso al convertirse en el primer país del mundo en establecer permisos parentales equitativos. Esta política no solo equilibra la carga del trabajo doméstico en el corto plazo, sino que eventualmente también transforma los roles de género.
También ha evidenciado que el cuidado de menores se extiende mucho más allá de la primera infancia y llega hasta la adolescencia.
Es algo que yo misma he observado con mis hijas, que han crecido y siguen requiriendo cuidados, aunque sean de otro tipo. Los datos de las encuestas de uso del tiempo revelan que las horas que las madres pasan con sus hijos no disminuyen a medida que crecen, ya que siguen necesitando que se pase tiempo con ellos. Esto también se debe a que, cada vez más, la adolescencia se considera un periodo crítico en el que el papel de los padres es fundamental. Hasta ahora se asumía que las mujeres que habían dejado de trabajar no volvían al mercado laboral porque habían perdido experiencia o capital humano, pero hemos demostrado que se debe a que la carga de cuidados sigue siendo alta.
El listado de retos que ha investigado es extenso. ¿Cuál cree que es la mejor manera de abordar las políticas de igualdad?
Muchos de estos problemas son complejos y es difícil encontrar respuestas simples. La clave es combinar intervenciones dirigidas a cambiar comportamientos con políticas estructurales. Las primeras son necesarias para modificar actitudes y percepciones, de modo que se creen entornos inclusivos con referentes femeninos que generen confianza en las mujeres y las niñas. Las segundas implican establecer marcos legales que se adapten a la sociedad actual, con medidas que ayuden a las mujeres y generen incentivos para aquellos entornos donde los sesgos de género no existan. Las políticas de igualdad sirven para corregir determinados desequilibrios y, al mismo tiempo, contribuyen a cambiar la cultura y los estereotipos.
¿Qué les diría a las jóvenes que hoy están pensando en dedicarse a la economía?
Les explicaría que es una ciencia preciosa, una herramienta poderosa para entender y cambiar el mundo. Nos permite analizar problemas sociales, diseñar políticas mejores y construir un futuro más justo y próspero. A través de la economía podemos reducir desigualdades, mejorar la vida de las personas y dar voz a quienes no siempre son escuchados. La disciplina está evolucionando en esta dirección y ahora es un momento ideal para unirse a ella.