El sur de Europa se enfrenta al reto de la monoparentalidad

Sevilla

13.12.06

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Al acto de presentación del estudio han asistido la consejera para la Igualdad y el Bienestar Social de la Junta de Andalucía, Micaela Navarro; el director general de la Obra Social de ”la Caixa”, José F. de Conrado; el director territorial de ”la Caixa” en Andalucía, Manuel Romera; y uno de los autores del estudio y catedrático de la Universidad de Barcelona, Lluís Flaquer.

El estudio tiene como objetivo ofrecer una radiografía de las familias monoparentales, retratar su fisonomía y dar un diagnóstico de su realidad. Recoge no sólo un análisis de las condiciones de vida de los padres y madres que sostienen hogares monoparentales; sinó, sobre todo, de los niveles de bienestar y las perspectivas futuras que experimentan los hijos que viven es estas familias. Los profesores Lluis Flaquer, Elisabet Almeda y Lara Navarro, los tres autores del estudio, analizan, así, la vinculación entre monoparentalidad y pobreza infantil.

Los autores constatan, así, un incremento generalizado del riesgo de pobreza infantil en los países desarrollados y en Europa en particular. La proporción de niños que viven en la pobreza ha aumentado en 17 de los 24 países de la OCDE para los cuales existen datos. Grecia, Italia, Portugal, Reino Unido, Alemania e Irlanda son los países de la Europa de los 15 cuyas tasas de riesgo de pobreza infantil superan el 20%. En España, esta tasa está en el 19% pero los datos más recientes muestran que la pobreza infantil está escalando posiciones en nuestro país, y tiende a alejarse de la media comunitaria.

Pobreza infantil

La lenta adaptación de las políticas sociales de los Estados a las nuevas situaciones familiares está provocando un aumento de las tasas de pobreza infantil. Así, los hogares sin hijos dependientes muestran una tasa de riesgo de pobreza del 18,9%, mientras que en los que sí tienen hijos a cargo esta tasa se eleva hasta el 22,7%. Existen, sin embargo, diferencias muy considerables entre los hogares con hijos a cargo, aunque un dato sí es significativo: los hogares formados por una sola persona adulta con hijos dependientes, es decir los monoparentales simples, presentan una tasa de riesgo de pobreza del 40,3%.

Actualmente, España cuenta con cerca de 1.400.000 hogares monoparentales, lo cual representa el 10% de los hogares españoles. Durante el período 1991-2001, los hogares monoparentales crecieron prácticamente un 50%. En el 80% de estos hogares monoparentales, el progenitor a cargo es la madre. En la medida en que, tanto en España como en otros muchos países, las tasas de paro, de temporalidad, de precariedad laboral, así como los salarios más bajos y los niveles de protección social de los que gozan las mujeres son inferiores a los de sus congéneres masculinos; las probabilidades de caer en la pobreza que tienen los hogares monoparentales formados por mujeres e hijos son mucho mayores que las del resto de hogares. En muchos de estos casos, el acceso a servicios infantiles asequibles determina la oportunidad de las mujeres a poder permitirse un trabajo a tiempo total.

Nos encontramos ante un cambio de tendencia que no ha tenido suficiente respuesta en las políticas de protección social: "las familias numerosas con hijos a cargo, que tradicionalmente habían estado relacionadas con elevados niveles de pobreza, tienden a ceder paso a las familias monoparentales.", según señala el estudio.

Los menores que se hallan en situaciones de pobreza en determinadas etapas críticas de su formación experimentan déficit cognitivos y un bajo rendimiento escolar. Según diversas investigaciones, "resulta mucho más probable que los niños que crezcan en familias pobres perciban en el futuro salarios bajos, se vean afectados por el desempleo y padezcan problemas de salud en su vida adulta y que, además, transmitan a sus hijos tal escasez de oportunidades".

No es extraño, por tanto, que los hogares monoparentales sean los que presenten, actualmente, las tasas de pobreza más elevadas en el continente. Esta tasa está en el 35% en la Europa de los 15, mientras que en España sobrepasa el 40%. De hecho, uno de cada tres hogares monoparentales de nuestro país tiene que pasar el año con unos ingresos inferiores a los 9.000 euros. Algunos países como Luxemburgo, Dinamarca, Finlandia o Irlanda dedican más del 10% del gasto social total a políticas de apoyo a las familias. La media Europea es del 8%. España es el último por la cola, por detrás de Portugal, Bélgica o Grecia, y apenas dedica el 2% del total, cuatro veces por debajo de la media comunitaria.

La relación entre el gasto público en familia e hijos y la tasa de riesgo de pobreza infantil es, según refleja el estudio, inversamente proporcional. Así, se aprecia cómo en los países nórdicos se da una fuerte asociación entre un elevado gasto en familia e hijos y unas bajas tasas de pobreza infantil, mientras que, en los países del sur de Europa, las tasas más bajas de gasto en familia e hijos se corresponden con los mayores índices de pobreza infantil. A ello se añade, además, la escasa proporción de menores que dejan de estar en situación de riesgo de pobreza como consecuencia de las ayudas del Estado. En Italia, España, Portugal y Grecia, la acción benefactora de los recursos públicos no alcanza, en ningún caso, al 15% de los menores en riesgo, mientras que en países como Suecia, Dinamarca o Finlandia, entre el 65% y el 75% de los menores en situación de pobreza potencial eluden este riesgo gracias a las ayudas del Estado.

El estudio concluye que, aunque se sabe que el aumento de la pobreza infantil se puede relacionar con la inestabilidad matrimonial y el crecimiento de la monoparentalidad, sería un error estigmatizar a los padres y madres que optan por esta opción, y no centrarse en la mejora de las políticas sociales orientadas a estos colectivos. El problema no reside, pues, en la evolución de la sociedad, sino en la reforma muy limitada de las políticas sociales respecto a esa evolución y es precisamente la falta de respuesta a ese desafío la culpable del incremento alarmante de pobreza infantil que sufren una buena parte de los países de la OCDE, y particularmente España.

En ello, nos jugamos mucho, ya que los infantes pobres, suelen generar núcleos familiares pobres y entrar así en un círculo vicioso de difícil salida. "Cualquier medida que consiga reducir la pobreza infantil no tan solo representa una inversión esencial en el destino de los menores, sino también en el futuro bienestar colectivo de toda la ciudadanía".