Estudio Social N.12: La contaminación acústica en nuestras ciudades

Madrid

14.03.03

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La contaminación acústica es un problema cada vez más preocupante en nuestras ciudades. Aun cuando se reconoce que la vida en la ciudad es cada vez más ruidosa, no se concede a este hecho la importancia que merece, ni se aportan los medios necesarios para erradicar el problema. Se acepta como un mal menor, que no encuentra el rechazo frontal de los ciudadanos, aunque estén invadidos, de forma continua y omnipresente, por este fenómeno. El estudio de la Fundación ”la Caixa”, La contaminación acústica en nuestras ciudades, tiene por objetivo profundizar en las características de la contaminación acústica para que el lector pueda disponer de un documento que le permita conocer la complejidad del problema desde una perspectiva social.

La contaminación acústica en nuestras ciudades. Benjamín García Sanz y Francisco Javier Garrido. Colección de Estudios Sociales de la Fundación ”la Caixa” (nº 12)

En una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del año 1996, se solicitaba a los ciudadanos que enumerasen los dos problemas que sentían como más importantes en su entorno, y sólo un 13% se refería al ruido como un problema ambiental, por debajo de la suciedad, la contaminación y el tráfico. Más aún, si el referente de la pregunta era el ámbito nacional la importancia que se atribuía a esta fuente de contaminación era todavía mucho menor, del 4%, situándose en el onceavo lugar, por delante tan sólo de las centrales nucleares y de la falta de equipamientos.

Esta apreciación no se corresponde con la realidad. Partiendo de los mapas acústicos levantados en algunas ciudades, se concluye que rara vez se mantienen los niveles por debajo de los 55 decibelios; y que lo más frecuente es que se superen estos límites, alcanzando porcentajes que se mantienen entre los 65 y los 75 decibelios.

El ruido es un problema que tiene unos componentes físicos, unos efectos sobre la salud, pero también grandes implicaciones sociales. De los componentes físicos nos advierten los ingenieros especializados, que separan los umbrales entre lo que puede considerarse tolerable y aquello que es claramente perjudicial; lo mismo hacen los expertos médicos cuando ponen el acento en los efectos sobre la salud. Pero todo ello, pese a ser importante, no es más que un aspecto del problema. La contaminación acústica hay que referirla a la sociedad, a la opinión de los ciudadanos. Avanzaremos más o menos en la erradicación del problema en función de la conciencia que vaya teniendo la sociedad. Las normas pueden ser estrictas, es posible, incluso, ser exigente en su cumplimiento, pero a menos que se conciencie a la sociedad sobre los perjuicios del ruido, será difícil desterrar el problema.

En pocos años se ha avanzado mucho en la detección de este problema y en la determinación de sus causas. Toda la normativa, tanto europea como nacional, autonómica y local, suele ser muy restrictiva respecto al ruido; pero no se pone el mismo énfasis en el cumplimiento de las normas.

Aunque en términos cuantitativos los automóviles son los mayores productores de ruido, no hay que olvidar las fuentes puntuales de contaminación, que son tan perjudiciales como el tráfico rodado. Un ejemplo son las obras, que pueden llegar a eternizarse en un lugar, o la denominada contaminación acústica por efecto de la concentración de personas en los momentos de ocio en un lugar determinado y a horas puntuales. Aun cuando los efectos de estas fuentes se diluyen en términos cuantitativos, revisten una extraordinaria importancia para las personas expuestas a las mismas. A veces estas concentraciones se producen en los cascos antiguos, habitados frecuentemente por personas mayores que son las que más acusan los efectos perjudiciales del ruido.

Respecto a la contaminación acústica que producen los automóviles hay que constatar que el 80% del ruido que se produce obedece al tráfico rodado y que, en los últimos veinte años, en España, el parque automovilístico se ha multiplicado por 2,3.

Según los autores del estudio, los campos en los que hay que demostrar que se quiere afrontar el problema son: el campo del conocimiento o de la objetivación de los datos; el campo de las normas o de la legislación; el campo de las acciones concretas o de las vías de solución y, finalmente, el campo de la información-formación, para implicar a los ciudadanos.

Los autores proponen estas cuatro líneas de actuación. En primer lugar: informar a la población para dar a conocer la magnitud del problema; en segundo lugar: formar y educar a los causantes de la contaminación acústica; en tercer lugar: marcarse un objetivo más amplio para pasar de la cultura del ruido a la cultura del silencio; y, finalmente: aprovechar todos los recursos, esfuerzos y voluntades a favor de un progreso en la solución del problema.

Edición electrónica disponible en Internet: Servicio de Estudios

www.fundacio.lacaixa.es