«La familia española ante la educación de sus hijos»

Barcelona

16.09.01

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Estudios Sociales de la Fundación ”la Caixa”, una colección que tiene como objetivo contribuir al debate, al análisis y a la divulgación de cuestiones de gran trascendencia en nuestra sociedad.La publicación "La familia española ante la educación de sus hijos", ha sido dirigida por el catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Víctor Pérez-Díaz y en la realización de la misma han intervenido además Juan Carlos Rodríguez, profesor de sociología, también de la Universidad Complutense, y Leonardo Sánchez-Ferrer, profesor de ciencia política de la Universidad de Burgos.COLECCIÓN DE ESTUDIOS SOCIALES1. La inmigración extranjera en España. Los retos educativosEliseo Aja, Francesc Carbonell, Colectivo Ioé, Jaume Funes, Ignasi Vila2. Los valores de la sociedad española y su relación con las drogasEusebio Megías, Domingo Comas, Javier Elzo, Ignacio Megías, José Navarro, Elena Rodríguez y Oriol Romaní3. Las políticas familiares en una perspectiva comparadaLluís Flaquer4. Las mujeres jóvenes en EspañaInés Alberdi, Pilar Escario y Natalia Matas5. La familia española ante la educación de sus hijosVíctor Pérez-Díaz, Juan Carlos Rodríguez y Leonardo Sánchez FerrerLa familia española ante la educación de sus hijosVíctor Pérez-Díaz, Juan Carlos Rodríguez y Leonardo Sánchez Ferrer(Fundación La Caixa, Barcelona, 2001)Este libro pretende un doble cambio en el debate sobre la educación de niños y adolescentes en España, de modo que uno de sus contenidos principales sea la relación entre el sistema educativo y la formación de un orden de libertad, y que el equilibrio entre los diferentes participantes cambie para dar más importancia a las familias, pero también para poder exigirles (como contrapartida) un grado mayor de responsabilidad. El libro lo componen dos piezas. Una estudia la evolución del debate público en España y los países de su entorno. La otra analiza sistemáticamente una encuesta a padres y madres de alumnos de la enseñanza obligatoria en España.El debate público sobre educación en EspañaLa discusión pública internacional, desde los años sesenta, transcurre desde la preocupación por la relación entre sistema educativo y crecimiento económico y la reducción de la desigualdad, a centrarse en la recuperación de la calidad de la escuela pública, menoscabada por la aplicación de algunas de las medidas orientadas a reducir la desigualdad social, y acaba, ante lo elusivo del concepto de calidad, por resaltar la relevancia de una auténtica capacidad de elección escolar como revulsivo de sistemas públicos que rinden por debajo de lo deseable, lo cual supone un comienzo de recuperación del tema del orden de libertad como tema central.El debate público español, y las reformas educativas en España, han ido acompañando al internacional en ese camino, pero con ritmos y características propios (en parte, compartidas con otros países europeos, no tanto con Estados Unidos). Por un lado, se ha tratado de un debate, en parte, pobre y poco exigente en los razonamientos y en los datos; en parte, politizado; y tardío respecto del internacional. Buena parte de los consensos obtenidos se han conseguido gracias a aumentos del gasto público, y se han eludido temas que en países punteros se han considerado como centrales. Por otro lado, hay en él elementos prometedores: conatos de experimentación local con cheques escolares, estímulos a la elección entre institutos públicos, la discusión sobre las humanidades, frecuentes alusiones a la "calidad" de la educación, esfuerzos de algunas instituciones por ofrecer indicadores fiables del rendimiento escolar, y cada vez mayor receptividad a las experiencias internacionales.Actitudes y comportamientos de los padresPara que la recuperación actual del principio de libertad sea efectiva, los padres han de asumir realmente su responsabilidad educativa. La encuesta permite estudiar el grado de esta asunción de responsabilidad. La encuesta se realizó a una muestra de unos 2.500 padres y madres de estudiantes de primaria y ESO, entre mayo y junio del 2000.En términos generales, los padres declaran su responsabilidad por la educación de sus hijos, pero, a la hora de la verdad, se muestran poco dispuestos a ejercerla directamente y mucho a delegarla en la escuela. De hecho, sus actitudes son, con frecuencia, relativamente incoherentes.Los padres se muestran satisfechos con los profesores de sus hijos y con la contribución de los colegios a su formación. Valoran ambientes escolares de "convivencia sin estrés", en lugar de ambientes con mayores dosis de "emulación y competición". Desean que sus hijos pasen la mayor parte de su tiempo en la escuela, y, cuando están en casa, actúan como si no les importase que sus hijos ocupen buena parte de su tiempo viendo la televisión, incluso con un televisor para su uso exclusivo; y ello aunque parece haber una relación inversa entre resultados escolares y consumo televisivo. Quieren más tiempo para todas las asignaturas, implícitamente solicitando una prolongación de la jornada escolar anual. En concreto, demandan, en términos relativos, más inglés e informática, aparentemente más adecuadas para la nueva economía global y las nuevas tecnologías; pero descuidan las ciencias naturales y las matemáticas, que son, en gran medida, las verdaderas bases de esa nueva economía. Su interés por las humanidades es modesto.A pesar del contento con el colegio de sus hijos, la mayoría reconoce la necesidad de mejora de la enseñanza pública. Quieren un aumento de los fondos para la enseñanza pública, aunque no todos están dispuestos a pagar más impuestos. La mayoría apoya la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años, aunque duda acerca de los efectos de ésta, pues fuerza a seguir en el sistema a adolescentes poco motivados para el estudio. Se muestra opuesta a reformas que cuestionen el statu quo de la enseñanza obligatoria, aunque sea partidaria de introducir mecanismos de cuasi-mercado, como el cheque escolar (y pretenda mantener las dotaciones de los centros públicos que no mejoren). Los padres quieren más mercado en la contratación de profesores (incluso que los directores de centros puedan despedir a los incompetentes), pero no en la selección de los alumnos. También son muy contrarios a permitir experiencias como la de la escolarización en casa.La encuesta mide no sólo las actitudes de los padres, sino sus comportamientos. El grupo de padres no es homogéneo, y hay tres tipos de padres. Más de la mitad de los padres no elige centro para su hijo ("no electores"). Puede que sólo tengan acceso a un centro público (sobre todo, en las localidades pequeñas). También influyen en ellos los límites legales y reglamentarios a la elección dentro del sistema público, que hacen casi imposible llevar a los hijos (sin trucos) a un colegio público fuera de la zona que le corresponde a la familia por su residencia. Muchos ni siquiera tienen la disposición a buscar más allá de esa zona. Casi todos estos padres llevan a sus hijos a centros públicos, y el promedio de su status socioeconómico es medio /medio-bajo. Casi un tercio ("electores blandos") dedica algo más de esfuerzo a la búsqueda de colegio, trascienden algo el criterio de cercanía, apuestan más por el de calidad y acaban eligiendo, en mayor medida, un colegio concertado, o no eligiendo el colegio público que les correspondía por residencia. Es probable que esta búsqueda de calidad lo sea, en gran medida, de un determinado ambiente escolar, en general de un colegio sin mucha presencia de jóvenes conflictivos o de inmigrantes. El promedio de status socioeconómico de este grupo es medio/medio-alto.El resto lo forman los "electores exigentes", que consideran la elección de centro como fundamental e invierten en ésta el máximo de energías y recursos, y eligen centros privados, de pago, en una proporción muy superior a la de los otros dos grupos. Predomina en este grupo el status medio-alto y alto. De todas formas, si pudieran, los primeros y los segundos dicen que escogerían algo más de escuela privada.En general, esta generación de padres está bastante satisfecha con el funcionamiento del sistema educativo. ¿Qué hay detrás de esa satisfacción? Un nivel de exigencia muy modesto. Respecto de los estudiantes de ESO, los padres más satisfechos son aquéllos cuyos hijos van suspendiendo tres asignaturas o menos; implícitamente razonan: "si mi hijo va aprobando, todo está bien; podrá hacer su bachillerato de dos años e ir a la Universidad, y sacarse su carrera, como todo el mundo". Los padres de los que suspenden cuatro o más son los menos satisfechos, pero, prácticamente, han tirado la toalla; sin embargo, son los más proclives a reformas radicales, como la de sacar al niño del colegio público y, gracias a un cheque escolar, llevarlo a un colegio privado para ver si así lo arreglan.El problema es que lo que significan los aprobados y las calificaciones de las asignaturas depende de los niveles de exigencia. Se pueden sacar mejores notas y aprender, sin embargo, menos que generaciones anteriores porque hayan caído los niveles de exigencia. Por otra parte, las calificaciones dicen poco acerca de cómo está respondiendo el sistema educativo a las tareas que se le suelen encomendar: el cultivo de las varias facetas de la inteligencia individual, la formación de trabajadores y profesionales, o la formación de ciudadanos. Hasta ahora, el statu quo escolar se ha mantenido bastante estable, pero puede ser puesto en cuestión en la medida que los españoles se hagan más autoexigentes y algo más coherentes tanto en la discusión pública como en las reformas educativas.