Horizonte y límite. Visiones del paisaje propone una amplia reflexión sobre la representación del paisaje por parte de artistas contemporáneos a través de prácticas como el vídeo, la fotografía, la pintura y la instalación. Con 40 obras de arte y 24 artistas internacionales, la exposición plasma la forma en que artistas de nuestros días se aproximan a la naturaleza. El resultado: una mirada compleja y heterogénea en la que confluye una visión crítica y de compromiso.
La directora de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa” y comisaria, Nimfa Bisbe; el director de CaixaForum Sevilla, Moisés Roiz, y la también comisaria de la exposición, Arola Valls, han presentado este martes en CaixaForum Sevilla Horizonte y límite. Visiones del paisaje, una reflexión sobre la representación del paisaje por parte de artistas contemporáneos a través de prácticas como el vídeo, la fotografía, la pintura y la instalación.
La exposición, que reúne 40 obras de arte de 24 artistas, llega a CaixaForum Sevilla. Entre ellas destacan figuras clave como Anne Imhof, Anna Talens, Perajaume, Julius von Bismarck, Michael Najjar, Tacita Dean, Joan Fontcuberta, Albert Merino, Dionís Escorsa, Andreas Gursky, Patricia Dauder, Andrea Galvani, Oriol Vilanova, Hamish Fulton, Su-Mei Tse, Joan Hernández Pijuan, Carlos Irijalba, Miquel Barceló, Rémy Zaugg, Thomas Demand, Sophie Ristelhueber, Bleda & Rosa, Shezad Dawood y Cristina Lucas.
La muestra toma como punto de partida la Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa”, que es el centro de una vasta actividad que pone en relación arte y pensamiento y que cuenta con más de un millar de obras de los últimos 45 años. En torno a ella se organizan exposiciones temáticas que tratan los grandes temas de la actualidad. En esta ocasión, ha ampliado el foco con obras procedentes de otras colecciones y museos, y con obras cedidas por diferentes artistas que han colaborado especialmente para enriquecer este diálogo.
Una exposición con este mismo título, pero con contenidos distintos (como el contraste entre paisajes clásicos y contemporáneos), se convirtió en propuesta inaugural de CaixaForum València (julio de 2022), así como en el origen de las tres exposiciones posteriores que han viajado a CaixaForum Madrid, Barcelona y, ahora, Sevilla.
El paisaje y lo humano
¿Qué es real? ¿Qué es ficción? En el mundo actual, las fronteras se borran todavía más. El arte subraya la desaparición de los límites y la paradoja de un mundo en el que lo más artificial puede parecer completamente verosímil.
Desde el romanticismo experimentamos el deseo de fundirnos con la naturaleza, sentir su energía, respirar a su ritmo. En el mundo de hoy, este deseo de fusión con lo natural se presenta bajo nuevos aspectos: caminatas por espacios abiertos, músicas y sonidos, postales idílicas e imágenes de alta tecnología.
La pintura y la fotografía ―junto con la poesía― han sido pioneras en la representación del paisaje. El encuadre dibuja el marco conceptual en el que entendemos la naturaleza estableciendo unos límites que nos permiten aprehenderla y abarcarla. ¿Cómo se ha modificado esa relación con el marco y el límite en una época en la que se han expandido las posibilidades de representación?
La interrelación entre paisaje y fotografía configuró un terreno para la experimentación de extraordinaria fecundidad, mientras que la pintura ―fundamentalmente abstracta― transitó en los márgenes del concepto de paisaje. Sin embargo, la época de grandes cambios que vivimos y la preocupación ecológica que se extiende a todas las facetas de la vida ha vuelto a situar el paisaje en la palestra.
El arte contemporáneo ha sido precursor al advertir de los efectos de la acción humana sobre el entorno natural y proponer alternativas. La huella humana va más allá de los efectos de la urbanización y la contaminación, manifestándose en los efectos de la guerra, de la economía extractiva o de la implantación de los dispositivos de energías renovables.
El paisaje se ha ampliado hacia nuevos horizontes con exploraciones del subsuelo o viajes al pasado, a la historia, e incluso miradas que incorporan especulaciones de futuro. Frente a las grandes expediciones del siglo XIX, los artistas actuales realizan otro tipo de descubrimientos: sobre la naturaleza de la representación, sobre la fugacidad del tiempo o sobre la urgencia de actuar para frenar el cambio climático.
Creación, angustia y esperanza
En la primera sala, tres obras de Perejaume, Anne Imhof y Anna Talens nos introducen en los conceptos de horizonte y límite, en torno a los cuales se construye el discurso de la exposición.
En Els quatre horitzons [Los cuatro horizontes], de 1991, Perejaume (Sant Pol de Mar, 1957) juega con las molduras doradas de los cuadros clásicos que han enmarcado innumerables representaciones de paisajes. Pero a través de la ironía y la poesía propias del vocabulario de Perejaume, en esta obra las molduras, convertidas en líneas irregulares, no delimitan el espacio de la representación, sino que evocan distintos horizontes pictóricos.
En la obra de 2023 Cloud IV [Nube IV], de Anne Imhof (Giessen, Alemania, 1978), contemplamos la imagen enigmática de una nube pintada con una paleta de rojos y turquesas. El encuadre se ha cerrado y el horizonte ha desaparecido hasta el punto de que no podemos saber lo que representa la imagen. ¿Un hongo nuclear? ¿Una erupción volcánica? ¿Un escape de gases contaminantes? La belleza extrema, que nos recuerda la representación de lo sublime en la pintura romántica, convive con una inquietante presencia.
En Goldener Horizont [Horizonte de oro], de Anna Talens (Carcaixent, 1978), realizada en 2017, el punto de partida son tres postales del lago Arend y del mar del Norte, en Alemania, que evocan el paisaje del Romanticismo. La artista las manipula con hilo de oro: traza la línea del horizonte siguiendo una idea del poeta Friedrich von Schiller, que en su poema Esperanza habla de «un fin feliz y dorado». ¿Qué hay más allá de esa línea? ¿Un nuevo ideal? Creación, angustia y esperanza: tres temas relevantes que sobrevuelan el inicio de la exposición.
La ficción del paisaje
Fernweh es una palabra alemana que describe el deseo de viajar, de escapar y desaparecer del lugar en el que se está. Tacita Dean (Canterbury, Gran Bretaña, 1965) titula con ella una de sus obras: un fotograbado creado a partir de cuatro fotografías del siglo XIX sobre las que la artista británica dibuja e inscribe textos que remiten al Viaje a Italia de J. W. Goethe, un libro clave en el descubrimiento literario del paisaje. De esta forma pone de manifiesto la complejidad de la relación que establecemos con el entorno natural, que combina representación y fantasía, realidad y ficción.
Los artistas de nuestro tiempo tienen a su disposición una cantidad casi infinita de imágenes e ideas sobre el paisaje que les sirven para crear sus obras. A menudo combinan la visión romántica con imágenes científicas o recreaciones digitales. Es el caso de Paisaje de la seguridad: billete 200 € (2002), una obra de Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) que forma parte de la serie Orogénesis. A pesar de su aparente realismo, el paisaje que muestra Fontcuberta no existe: ha sido generado por un programa informático diseñado para interpretar mapas. En lugar de un mapa, el artista le pidió, irónicamente, que interpretara un billete de 200 euros.
Julius von Bismarck (Breisach, Alemania, 1983) utiliza los códigos de la perspectiva de los grabados de paisajes para generar un engaño visual. En Landscape painting (Quarry Day) [Paisajismo (cantera de día)], de 2021, pinta una cantera de blanco con pintura pulverizada y a continuación resigue línea a línea los relieves de las rocas y del suelo. En lugar de crear la ilusión de realidad mediante una imagen, nos hace creer que la intervención real en el paisaje es una representación. Un vídeo muestra el proceso de elaboración de la obra y su engaño.
En 2009, Michael Najjar (Landau in der Pfalz, Alemania, 1966) escaló la cumbre del Aconcagua, en los Andes argentinos. En el transcurso del viaje tomó fotografías que manipuló digitalmente para hacer coincidir el contorno de las montañas con el gráfico de los principales índices bursátiles del mundo. Dow Jones 80-09 (2008-2010) cuestiona la frontera entre la realidad, la inmaterialidad y la simulación.
La última obra de esta sección, El problema de los tres cuerpos (2022), de Dionís Escorsa (Tortosa, 1970) y Albert Merino (Barcelona, 1979), reinterpreta el paisaje romántico La esfinge de Roscoff, pintado por el artista catalán José Nogué en 1910: una playa y unas rocas que recuerdan la silueta de una esfinge. Escorsa y Merino han proyectado un vídeo sobre una copia de la pintura para iluminar el paisaje con tres soles. La animación se ha basado en una simulación científica a partir del problema de los tres cuerpos de Johannes Kepler (1571-1630). La aparición de los tres soles compone una coreografía de luces y sombras que cambian constantemente los colores de la escena, lo cual crea una situación inestable y, en cierto modo, caótica.
La vivencia del paisaje
¿Quién no ha deseado alguna vez detener el tiempo? En The End (Action #5) [Fin (Acción 5)], de 2015, Andrea Galvani (Verona, Italia, 1973) intentó eternizar una puesta de sol. Filmó el sol suspendido sobre el mar con una cámara fijada a un avión supersónico que viajaba a 1.700 km/h en sentido opuesto a la rotación de la Tierra. La filmación, que contó con la colaboración de ingenieros y pilotos, duró 9 vertiginosos minutos. El vídeo se proyecta desde un MacBook sobre un pedestal de hormigón que eleva y monumentaliza la visión de un tiempo infinito en el límite entre el día y la noche.
La puesta de sol es una de las imágenes más populares y que más se han enviado y compartido a través de la postal, un género de representación que Oriol Vilanova (Manresa, 1980) ha convertido en el centro de una reflexión sobre imágenes y valores. En su instalación Sunsets from... [Atardeceres desde...], de 2012, reúne casi mil vistas del ocaso tiñendo de rojo paisajes idílicos que revelan cómo ha codificado nuestra cultura las sensaciones y los sentimientos que despierta la visión de la naturaleza.
Theben, West [Tebas, oeste], de Andreas Gursky (Leipzig, Alemania, 1955), es una impresionante fotografía en color realizada desde el templo funerario de Hatshepsut en la que se muestra una extensa zona arenosa que acaba en una estrecha franja verde rematada por la brumosa línea azul del río Nilo. La racionalización del espacio visual y la abstracción formal contrastan con el detalle desordenado de las diminutas figuras de la gente que visita las ruinas y con la carretera medio asfaltada que conduce al yacimiento arqueológico de Tebas. Mediante el contraste entre orden y caos, Gursky muestra el modo en que el turismo de masas altera el pasado.
Caminar por las montañas puede ser una experiencia artística. En Coll de Pal - Cim del Costabona (1990), Perejaume desplazó simbólicamente una galería de arte barcelonesa, diseñada por el arquitecto Josep Lluís Sert, a la cumbre de una montaña. Con esta acción invirtió la idea de llevar el paisaje a la sala de exposiciones y contemplarlo. Al mismo tiempo, planteó la audaz posibilidad de trasladar la cultura al medio natural.
Como en el caso de Perejaume, las caminatas forman parte de la práctica artística de Hamish Fulton (Londres, Reino Unido, 1946). Para esta exposición se ha seleccionado una serie de piezas que materializan distintas excursiones por los Picos de Europa, los Pirineos y el Mulhacén entre 1984 y 2016. Textos, formas geométricas, dibujos y números presentan los nombres de los lugares, los perfiles de las montañas, el tiempo invertido en cada caminata y las fechas de los recorridos. Las fotografías en blanco y negro evocan la soledad del paseante y su mirada puesta en el horizonte.
La película Insulana (2021), de Patricia Dauder (Barcelona, 1973), toma como punto de partida los efectos de la erupción volcánica submarina de 1957 en el paisaje y en la vida de los habitantes de una isla de las Azores, y muestra los estados de transición y los procesos de cambio de la materia y del espacio, a menudo fugaces y efímeros. La obra de Dauder, que integra secuencias del fenómeno sísmico, pone en juego dos modelos de temporalidad: las imágenes fijas plasman una atmósfera detenida y procesada en secuencias, transmiten una sensación de espera; las imágenes superpuestas evocan vibraciones y desplazamientos del terreno, y crean incertidumbre. Sobre el mismo tema, pero en otros formatos, se suman a la exposición el exquisito dibujo Mount & Landsline [Monte y desprendimiento de tierra].
En L’Écho (2003), Su-Mei Tse (Luxemburgo, 1973) toca el violoncelo frente a un cañón montañoso. Hace sonar el instrumento, se detiene a la espera del eco que la naturaleza le devuelve y responde con otra frase musical. De esta forma, artista y paisaje interpretan una pieza coral en la que la diminuta presencia de Su-Mei Tse contrasta con la grandeza de la montaña y nos remite a la experiencia de lo sublime. El sonido es el lenguaje universal que permite el diálogo entre lo humano y el paisaje.
La naturaleza enmarcada
Cuando viajó a Mali por primera vez en 1988, Miquel Barceló (Felanitx, 1957) atravesó el árido paisaje del desierto del Sahara. La experiencia le inspiró una serie de pinturas de una depuración iconográfica y matérica radical en las que predominan las tonalidades monocromáticas. En Une poignée de terre [Un puñado de tierra], de 1989, enmarca un pedregal mediante un manto cuadrado, blanquecino, casi transparente, que atenúa el fondo, de un amarillo vivaz. El artista convierte la desolación de ese paisaje sin horizonte en un espacio de materialidad de la pintura.
Lejos de la noción romántica del paisaje, Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931-2005) pinta a partir de lo real y lo intuido, de lo visible y lo invisible de la naturaleza. En Tríptico I, de 1977, el resultado es una abstracción del paisaje. Este tríptico está compuesto a partir de un delicado juego de pinceladas que repiten y superponen tonalidades de dos colores con un ritmo persistente. La estructura del paisaje se intuye en esa mágica trama bicolor, perceptible cuando se observa desde cierta distancia.
Una serie de obras establece un contrapunto con la naturaleza enmarcada en el lienzo. La primera de ellas, Projection (matin/soir) [Proyección (mañana/tarde)] (1990/2019), documenta una performance de Rémy Zaugg (Courgenay, Suiza, 1943 - Basilea, Suiza, 2005) en el glaciar Stein, en el Oberland bernés. Como los pintores tradicionales de plein air, Zaugg sitúa su lienzo en el exterior, pero la tela es tan grande que le impide ver el paisaje. Para solucionarlo recurre a la convención pictórica de proyectar una diapositiva sobre el lienzo del propio panorama que tiene delante de él. A la luz de la mañana, la obra es monocromática, blanco sobre blanco, pero el paisaje va adquiriendo mayor luminosidad hasta que se convierte casi en una ventana. La acción de Zaugg atenta contra la función mimética de la pintura, que en su obra se convierte en una ficción.
La obra de Carlos Irijalba (Pamplona, 1979) Pannotia (Ribera), de 2021, hace referencia a un supercontinente que existió hasta hace 540 millones de años, durante el periodo Cámbrico. Irijalba examina el subsuelo de una comarca navarra, La Ribera, mediante muestras del subsuelo obtenidas a través de sondeos geotécnicos. En sus manos, esta técnica propia del ámbito industrial y geológico se convierte en una invitación a examinar las consecuencias de la intervención humana sobre la naturaleza. Como capas condensadas de tiempo, las estratificaciones recuperadas por el artista apresan el paisaje que se esconde bajo tierra más allá de la representación clásica de la naturaleza.
El impacto humano en la naturaleza
Otros artistas se acercan a los paisajes de guerra. Bleda & Rosa (Castellón, 1968 / Albacete, 1970) retratan los escenarios de batallas famosas de Europa: Maratón, Lepanto, Austerlitz o Trafalgar, entre otras, de la serie Campos de batalla. Europa (1994-2016). Aunque los paisajes que revisitan no muestran huellas visibles de lo sucedido en esos lugares, guardan de forma latente la memoria de las vidas que se perdieron allí. La fisura que rompe la unidad de las dos imágenes de cada obra enuncia metafóricamente la convivencia de dos momentos históricos separados en el tiempo y la colisión entre el silencio de esas vistas y el ruido y la violencia que evocan sus referencias históricas.
Las dos piezas de Sophie Ristelhueber (París, Francia, 1949) que se presentan en la exposición pertenecen a la serie Fait (1992), formada por fotografías tomadas en Kuwait tras el final de la guerra del Golfo. Ristelhueber fotografió desde un avión las huellas del conflicto, en especial la cruenta batalla de tanques de febrero de 1991. A primera vista parecen dibujos abstractos sobre la arena; de cerca se descubre el rastro de las ruedas de oruga de los tanques, los cráteres abiertos por los impactos de los proyectiles, los zigzags de las trincheras y los restos de vehículos blindados abandonados. Es la visión de un desierto que, como explica la artista, ha dejado de serlo porque ya no es un terreno vacío, sino uno lleno de guerra.
Los artistas Gursky y Dawood muestran la otra cara de las energías renovables. En Les Mées (2006), Andreas Gursky (Leipzig, Alemania, 1955) retrata las verdes lomas de un paisaje cubiertas por innumerables filas de paneles solares, sin duda una imagen impactante que causa perplejidad y cierta sensación de impotencia. Su mirada estética enlaza con la tradición romántica de lo sublime; por eso, el insólito paisaje generado en Les Mées, en el sur de Francia, por una planta solar fotovoltaica ―que, a pesar de sus dimensiones, tiene bajo impacto medioambiental porque no destruye la vegetación― cautiva e inquieta al mismo tiempo.
Gwynt y Môr (2018) lleva el nombre del gran parque eólico situado frente a la costa norte de Gales. Shezad Dawood (Londres, Reino Unido, 1974) conoció a uno de los ingenieros que se ocupan de mantener la operatividad de las turbinas eólicas y lo imaginó en una escena paradójica e inverosímil: revisando su funcionamiento desde una pequeña barca de madera. La pintura representa el mar de un azul intenso bajo el cielo rosado de la puesta de sol, o quizás sea un color derivado de un ambiente tóxico, como insinuó el artista. Efectivamente, los intensos colores le otorgan un aspecto idílico que, sin embargo, no parece mitigar los efectos alienantes del paisaje afectado por la alta tecnología.
La exposición termina con una serie de obras que especulan sobre el futuro. Nursery [Vivero], de 2020, muestra un laboratorio con un cultivo hidropónico. Thomas Demand (Múnich, Alemania, 1974) ha creado esta imagen siguiendo su habitual forma de trabajar: construye maquetas de papel basadas en escenas reales y, posteriormente, las fotografía. Lejos de ocultar su falsedad, Demand nos transmite una extraña y aséptica quietud. En Nursery, el silencio invade el espacio del laboratorio con el que el artista nos traslada a un paisaje futurista donde la naturaleza, alejada del imaginario idílico, ha sido recluida y controlada.
The People That Is Missing (El pueblo que falta) (2019), de Cristina Lucas (Jaén, 1973), toma su título de una frase del artista suizo Paul Klee que los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari retomaron para afirmar que el propósito del arte es crear «el pueblo que falta», una futura colectividad con una fuerza integradora capaz de evitar la catástrofe del planeta.
Lucas grabó su vídeo en el archipiélago Svalbard, en el círculo polar ártico, un lugar en el que el cambio climático resulta muy evidente. Una voz femenina recita un poema compuesto por citas de pensadores como Alexander von Humboldt, James Lovelock, Eduardo Viveiros de Castro, Gilles Deleuze y Bruno Latour, pero incluye también algunas voces negacionistas, como la de Donald Trump. Las palabras del poema aparecen escritas sobre la nieve, como si formaran parte del propio paisaje y como si la naturaleza advirtiera a la humanidad de la necesidad de cambiar, de recomponer lo que se ha destruido y de alcanzar una existencia sostenible.
La exposición contará con el ciclo de cine El paisaje fílmico, comisariado por José Luis Guerin, así como con visitas dinamizadas y la propuesta libre ObservAcciones, una guía de viaje recomendada a partir de los 8 años que propone preguntas, indicaciones y actividades para mirar de otro modo: con los 5 sentidos y de los pies a la cabeza. Además, el crítico, comisario y profesor Sema D’Acosta realizará dos visitas guiadas a la exposición bajo el título Somos el paisaje que vemos.